IMPULSO/ Norma L. Vázquez Alanís (1)
La grandeza de Quetzalcóatl
“Quetzalcóatl ocupa un lugar único en la historia y en la imaginería mexicana, su figura se descompone en múltiples imágenes, recorre épocas distintas y en cada una brilla con luz singular”. Esta situación lo convirtió en un mito imposible de reducir a una sola explicación, pues su figura adquirió la libertad suprema de ser una personalidad distinta, mudable y polisémica, aseguró el doctor en Historia por la Sorbona de París, Enrique Florescano.
Al participar en el ciclo de conferencias “Nuevas interpretaciones de la historia nacional”, organizado por el Centro de Estudios de Historia de México Carso (CEHM), con el tema ‘Quetzalcóatl, un mito de mitos’, el investigador reveló que, en la iconografía popular, aun cuando la virgen de Guadalupe mantiene el primer lugar como la imagen más reproducida y venerada, Quetzalcóatl se imbricó con la representación de santos, profetas, héroes, videntes y ancestros de todo género.
Las cosmogonías más antiguas sitúan la aparición de Quetzalcóatl en la primera era del mundo como uno de sus creadores, fue el encargado de instaurar un orden fundamental: separó el cielo de la tierra y él mismo se convirtió en uno de los árboles que sostenían la bóveda celeste, explicó Florescano, también profesor invitado en universidades de Estados Unidos, Inglaterra, Irlanda y otros países.
Para la tradición mesoamericana, es el primer padre, el ordenador del cosmos y el dios del maíz, quien creó los alimentos de los seres humanos y produjo así la vida civilizada, dijo Florescano, e indicó que varios textos y pinturas describen el viaje de Quetzalcóatl a la montaña donde se guardaban los alimentos fundamentales y, armado de un hacha en forma de relámpago, la golpeó; de la abertura que hizo, brotaron el maíz y los bienes que desde entonces alimentan a los seres humanos.
Aunque la figura más antigua del dios del maíz que se conoce es olmeca, fueron los testimonios mayas los que narraron la saga del dios del maíz, vinculada con el ciclo vegetal de la planta. Contó Florescano que, según el libro sagrado de los mayas, Quetzalcóatl fue la primera semilla que se introdujo en el seno de la tierra, pero como los dioses creadores no advirtieron a los señores del inframundo de esa intromisión en sus dominios, estos retuvieron la semilla y se negaron a que fructificara en la superficie terrestre.
A fin de vencer esa resistencia, relata el Popol Vuh, los dioses celestes mandaron al inframundo a dos seres dotados de poderes sobrenaturales: los gemelos divinos. De acuerdo con los mitos y la cerámica polícroma, los gemelos descendieron al interior de la tierra, enfrentaron a los señores de Xibalbá, les dieron muerte e hicieron retornar al dios del maíz a la superficie terrestre. De esta manera pudo nacer el dios del maíz.
En la interpretación de Florescano, simbólicamente, los gemelos son un ejemplo de los cultivadores, de los campesinos que se esfuerzan porque la semilla del maíz fructifique y renazca en los campos de cultivo.
Florescano, quien tiene la Maestría en Historia por el Colegio de México, explicó que el mito más antiguo de Quetzalcóatl es una cosmogonía agrícola, un canto a los poderes reproductores del cielo y de la tierra, una apología de la agricultura como sustento de la vida civilizada.
Quetzalcóatl, mito plural en las culturas mesoamericanas
En Teotihuacán, la ciudad más grandiosa y populosa de Mesoamérica, se edificó la llamada pirámide de la serpiente emplumada, que conforme a la apreciación de Florescano era el palacio real del gobernante que probablemente se llamó Serpiente Emplumada, la cual estaba cubierta en todos sus cuerpos por esta figura.
Durante el esplendor de Teotihuacán, la serpiente emplumada fue uno de los principales símbolos del poder real, pues aparecía apoyada en la estera, emblema del poder por excelencia en toda Mesoamérica, así como una deidad de la vegetación y la fertilidad.