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Reflexiones sobre AMLO (I)

IMPULSO/Octavio Rodríguez Araujo

Artículo

No se discute el gran liderazgo de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ni su triunfo en las elecciones del primero de julio de 2018. Tampoco la proeza de haber logrado que su partido, apenas registrado oficialmente en 2014, le diera la presidencia y la mayoría simple en las dos cámaras del Congreso de la Unión, entre otros triunfos en el ámbito local.

Pero es pertinente introducir algunos matices sobre esos resultados. El primero de ellos es que la mayoría de los ciudadanos no votó por él y/o su partido (y aliados). Obtuvo, sí, la mayoría de los sufragios otorgados en la elección pasada, pero dos tercios de los ciudadanos no votaron por él: 66.21 por ciento o, en números absolutos, 59 millones 9 mil 872 de una lista nominal de 89 millones 123 mil 355 mayores de 18 años. La participación electoral de 2018, calculada en 63.43 por ciento, fue casi la misma que en 2000: 63.97 por ciento, por lo que tampoco puede decirse que esta vez fuera mayor o la más alta. Cierto es que AMLO obtuvo más votos que Fox, pero en 2000 las elecciones fueron más competidas: los partidos perdedores no eran tan débiles como en 2018. Contrasto ambas elecciones porque se asume que las dos han sido excepcionalmente limpias y, por lo mismo, creíbles.

La anterior información, ampliamente conocida, no se comenta mucho porque sería como cuestionar el triunfo de AMLO; pero no es así. Ya dije que no está a discusión dicho triunfo. Lo que me interesa es señalar que el famoso “pueblo sabio” está formado sólo por un tercio de los ciudadanos mexicanos. El resto, es decir la mayoría, por lo tanto, no sería “sabio” sino ignorante —que es uno de sus antónimos—. En Brasil, donde ganó recientemente un candidato de ultraderecha, el “pueblo sabio”, es decir el que da triunfos, es proclive al fascismo, como lo fue también en Alemania al llevar a los nazis al poder. ¿Por qué allá la sabiduría del pueblo se orientó por la ultraderecha y en México (2018) por el centro-izquierda? ¿Y en 2000, que triunfó Fox, fue también por la sabiduría del pueblo?

Mejor no calificar al pueblo de sabio o ignorante. Los pueblos, con todo respeto a quienes se llenan la boca aludiéndolos, son en realidad volátiles o, si se prefiere, inconstantes. A veces votan por la derecha como ha ocurrido en México por muchos años y a veces por la izquierda o por los candidatos y partidos que creen que son de esta corriente, que no es el caso de Morena ni de López Obrador. Estos últimos son populistas (y no lo digo peyorativamente), procapitalistas en propósitos (al no ser anticapitalistas) y poco consistentes ideológicamente. El mismo hecho de que AMLO propusiera (e hiciera) alianza con el Partido Encuentro Social, conservador de derecha, además de confesional, ya había demostrado su inconsistencia ideológica o, si se prefiere, su pragmatismo electoral.

Conformémonos con que sea populista (que para mí no es de ninguna manera un insulto) pero, por lo mismo, no exijamos más de lo que puede hacer un gobierno de este tipo en un sistema capitalista que no cambiará sustancialmente con su “cuarta transformación”. Sugiero que, aunque primero sean los pobres, como ha dicho reiteradamente, no denueste a quienes no lo son ni los trate como si estuvieran segregados o fueran sus enemigos. Los populistas de muchas décadas pasadas eran especialmente excluyentes de ciertos sectores de la población, como lo fue Roosevelt con la población negra de su país, segregada hasta de los baños y restaurantes públicos. Ya como presidente no deberá calificar a quienes no estén con él (que son muchos) como “conservadores”, “fifís”, enemigos del “cambio verdadero” y de la “cuarta transformación”. Y menos puede tratarlos de esta forma despectiva si a quienes antes llamó “la mafia en el poder” los ha aceptado después como parte de sus cuerpos asesores. Me refiero, por ejemplo, a Ricardo Salinas Pliego (TV Azteca), Bernardo Gómez (Televisa), Olegario Vázquez Aldir (Grupo Imagen), Carlos Hank González (Banorte) y Miguel Alemán Magnani (Interjet), además de José María Riobóo su constructor consentido y otros más.

AMLO gobernará o deberá gobernar para todos los mexicanos independientemente de la clase social a la que pertenezcan. Por lo tanto, no debe descalificar a quienes lo critican o no coinciden con sus puntos de vista y proyectos de cambio. Que les deje esta ingrata tarea a sus voceros oficiosos (que no oficiales), que se sienten ahora empoderados porque ganó SU candidato, a partir del sábado SU presidente y no el de todos.