Diciembre 24, 2024
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Razones y Pasiones

Meade, López Obrador y Anaya, tibios ante la tragedia
Elisa Alanís

Llegó la hora de que los suspirantes a la Presidencia planteen, en serio, cómo frenar las matanzas, ejecuciones, torturas, secuestros, violaciones, feminicidios, juvenicidios, desapariciones. Meade no se deslinda de los gobiernos anteriores. No sólo eso, ahora desconoce a las instituciones de impartición de justicia. No acepta la presunción de inocencia. Criminaliza mediáticamente a una candidata de oposición. No espera la conclusión de procesos.

A las víctimas (como las de Apatzingán, Ayotzinapa, gobierno espía, etcétera) que ignoró la administración peñista, hoy su abanderado en campaña las dice acompañar.  Señor Meade Kuribreña, a las víctimas no se les debe utilizar para ganar votos.

Se les protege con la ley en la mano, con el fortalecimiento del Estado de Derecho.

Por su parte, Anaya y AMLO no se atreven a rechazar abiertamente la Ley de Seguridad Interior, cuestionada por organismos nacionales e internacionales. Esa ley que pretende prolongar la estrategia fallida de Calderón-Peña y mal suplir lo que ya establece la Constitución sobre la participación de las Fuerzas Armadas en casos graves de violencia focalizada, con tiempos definidos, autorización y supervisión del Congreso. Son las policías quienes tienen que garantizar la seguridad pública.

Requieren ser fiscalizadas, depuradas, profesionalizadas. Rendir cuentas, transparentar acciones, tener mejores condiciones laborales y estrictos controles frente al contacto directo con capos.

Es inaplazable que los aspirantes reconozcan que lo hecho hasta este sexenio produjo corporaciones amorfas, opacas, desarticuladas, penetradas, cooptadas. Desde policías federales hasta comunitarias. Pasando por estatales, municipales y autodefensas.

Mientras tanto, las heridas de México no sanan. Se abren. Aparecen en forma de montones de tierra que descubren fosas clandestinas. De tambos con ácido y el ADN de algún joven. De montañas de basura donde no hay restos humanos, pero en cuya sima, en aquellas profundidades, dicen, quemaron a decenas de menores. De mujeres encarceladas, violadas, vejadas por manifestarse, por salir, por ser. De un bebé que muere por los incendios ocasionados por ataques de la delincuencia. Este es el país que los políticos de la generación del atraco han dejado a su paso.

Es la realidad de madres que se organizan en colectivos para encontrar rastro de sus seres queridos entre los muertos. De tres estudiantes de cine cuyos sueños jamás veremos en la pantalla grande. De 43 normalistas que iniciaban su carrera lejos de casa.

De mujeres de Atenco que buscaron la protección internacional que les negó el Estado mexicano. Son la punta del iceberg de miles de historias que no conocemos, que nos faltan por contar. Que necesitamos decirnos en un abrazo o gritarnos en un llanto común.

Son los aterradores sucesos que hablan de una nación que cae. Donde la democracia esquizofrénica asegura elecciones limpias al tiempo que se asesinan a contendientes. Donde los cárteles llegaron al poder económico y financiero, y se aprestan a tomar el control político de las instituciones legalmente constituidas. Es urgente, pues, que Anaya, Meade y López Obrador estén a la altura del reto. Ya es hora.

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