IMPULSO/Mario Melgar Adalid
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¿Qué pesará más en el ánimo ciudadano, el enojo o el miedo? ¿Qué puede más, la revancha contra el Gobierno o el temor de ver a AMLO de presidente? Tal vez de eso dependa quién gane la elección presidencial. Por lo pronto, no se ve que los debates vayan a alterar el resultado previsible para julio, a menos que Anaya siga creciendo a partir de su desempeño en el primer debate. Si no hay un cataclismo, AMLO será el próximo presidente de México para júbilo de sus seguidores y para el terror de sus detractores. La contienda electoral se divide entre millones enojados y millones muertos de miedo, los temerosos, diría Sabines.
El debate del domingo fue la última llamada para José Antonio Meade. Era la oportunidad para noquear a AMLO esa noche, para después subirse al ring con Anaya. Pero tal parece que a AMLO no le ganan ni noqueándolo y tal parece que Meade no puede con Anaya. Una sola pregunta, todavía no contestada, será letal para el candidato del PRI: ¿De verdad crees que Peña Nieto es honesto? La respuesta en cualquier sentido será su tumba.
Los indignados vs el PRI-gobierno y los aterrados vs AMLO. Tanto Meade como AMLO, por una razón (enojo) o por otra (miedo) se han convertido en los villanos de la elección. Esa es la fortaleza de Anaya: los enojados en su contra son pocos y no genera miedo, los miedosos lo ven como el único viable.
El embate contra el PRI es la revancha ciudadana ante el fracaso de la administración de Peña Nieto, no tiene la culpa Meade, sino el PRI que lo postuló y el gobierno que lo cobija. El de Peña es el peor gobierno de México, incluyendo la docena Echeverría-López Portillo. El PRI ha hecho todo para perder la elección y hasta la marrullería última, atribuida por las malas y las buenas lenguas al gobierno. La colusión de los cuatro magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con el impresentable “Bronco”, abarató el proceso electoral. Significó la comprobación del juego sucio. En el pecado llevaron la penitencia, pues lo de la propuesta de mutilación de delincuentes es una vergüenza. Es lamentable que ningún candidato haya rechazado este desplante de barbarie. No hay que premiar a los ladrones, pero cortarles las manos es una salvajada fuera de la civilización.
Faltan dos debates, pero al final de cuentas los combates intelectuales son ejercicios catárticos, termómetros emocionales, pero ningún indeciso cambiará su voto porque Meade haya ido antes a la peluquería, como declaró cuando se le preguntó si ya estaba preparado.
No está claro todavía si en las semanas que faltan el proceso de amedrentamiento vaya a fructificar entre los indecisos. La campaña contra de López Obrador es una reacción sicótica, algo histérica, irracional pero existe, está en casi todos los ambientes. Para un amplio sector de la sociedad mexicana, aunque no sea necesariamente real, AMLO es una amenaza. Para sus enemigos es la representación del apocalipsis que viene: México como la nueva Venezuela, la limitación de la propiedad privada, la cancelación de las libertades, el autoritarismo que todo lo puede, el sometimiento a los brazos levantados en las asambleas públicas. Los indecisos, los que no tienen tanto miedo, ni tanto enojo, ni ánimo de revancha, podrían ser quienes definan el futuro del país. Esa es la ventanita de oportunidad de Anaya: el miedo y el enojo ciudadanos.
El enojo social es producto de las frustraciones acumuladas durante años. El enojo es la búsqueda de alivio o desahogo momentáneo. El miedo muestra una sobrevaloración de la situación concreta (que AMLO llegue) y expresa también la sobrevaloración que se le ha dado al personaje, por una parte y por la otra la fragilidad y vulnerabilidad del sistema político, la ausencia de contrapesos reales. El miedo a AMLO no es otra cosa que la comprobación de la debilidad del sistema político mexicano y falta de confianza ciudadana en las instituciones. Además, la falta de confianza de la sociedad en ella misma. Por eso el éxito del planteamiento radical, antisistémico que se le atribuye a Morena, por eso también el pánico social.
Lo lamentable es que sean estos sentimientos, enojo o miedo, los que muevan a país para decidir su futuro. ¿Dónde están las propuestas?, ¿dónde, dónde, dónde?