Diciembre 23, 2024
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¿Quién Fue?

IMPULSO/ Gonzalo Vaca

Como cada año mucho se dirá y escribirá acerca del crimen de Luis Donaldo Colosio hace 25 años en Tijuana y difícilmente algún texto, opinión o reporte oficial será convincente para dilucidar lo ocurrido en Lomas Taurinas.

Serán ríos de tinta y ahora cúmulos de audios y videos en los que tratará de explicar la muerte de quien fuera candidato presidencial, pero la necia  realidad es incrédula y podrá pasar otro cuarto de siglo sin que las dudas logren disiparse.

Las nuevas y viejas generaciones no encuentran los motivos, ni entienden las razones por las cuales ese tan lamentable acontecimiento será un caso sin resolver. Ya se volvió más un hecho mítico mito y el entorno es lo que menos importa. Se seguirá culpando a todos y a nadie y apena será recordado como un crimen más en el  sistema político mexicano.

La historia, dicen, la escriben “los vencedores”, pero ¿acaso alguien ganó con la muerte de ese personaje que hoy es cada vez más un triste recuerdo?

Cuando la historia nos sacude con sucesos semejantes, todos pierden. No hay vencedores. Sí hay vencidos y entre ellos, pierden las instituciones. Por esos cuando alguno se atreve a gritar “al diablo con las instituciones” sabe que capitaliza el sentir de una sociedad agraviada.

Pero no, ese grito no es para nada un acierto, como quiere hacerse creer, y sí es una manipulación perversa y muy riesgosa, porque es seguir fomentando el agravio y utilizado el malsano devenir como caldo de cultivo para sembrar más odio y enfrentamiento entre todos.

Aquí no se trata de perdonar o de cobrar venganzas, porque siempre será un crimen de Estado en el que, la sociedad entera tiene cierta parte de responsabilidad. Unos por hacer de la conspiración una forma de vida y otros por ser apáticos ante la desgracia ajena.

Nadie tiene la verdad absoluta, tampoco la responsabilidad de los actos de los demás, pero todos opinan y hasta afirman tener la razón cuando sin conocer a fondo se vanaglorian con los dichos y los hechos y asumen conclusiones falaces.

Ya pasaron 25 años de aquel día en que “México se conmovió” por el artero crimen de quien se supondría sería Presidente de México y aún no se conoce ni al autor material y mucho menos si hubo o no un autor intelectual.

Cada uno de nosotros ya juzgó y hasta sentenció, pero la pregunta es: ¿de verdad se hizo Justicia? ¿Esa Justicia que con rigor aplica la Ley?

Vivimos en un país en el que la impunidad es uno de los más dolorosos males y en la muerte de Luis Donaldo Colosio, como en muchos crímenes  más quedan impunes.

Los datos de personas asesinadas en México son escalofriantes. Tan sólo entre los meses de enero y febrero de este 2019 se reportaron cinco mil 803 asesinatos –entre ellos 154 víctimas de feminicidio– en todo el país. Esa cifra representa un promedio de 98 homicidios dolosos cada día y un incremento de 13.5% en comparación con el mismo periodo del año pasado, cuando las autoridades contabilizaron 5 mil 113 víctimas.

Según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), más de la mitad de los asesinatos reportados en el país se concentraron en siete estados del norte, entre ellos Baja California y Chihuahua, así como en el Estado de México (con 497 asesinatos), el Bajío –Guanajuato, Jalisco, Michoacán– y Guerrero, con un total de 3 mil 75 víctimas, mientras que en la Ciudad de México los homicidios dolosos aumentaron hasta en un 47% más que en el mismo periodo del año anterior.

La omisión también es corrupción y lamentar la muerte de un individuo no es suficiente. Esta vorágine de violencia debe parar. Tiene que haber acciones y reacciones, no solamente gritos y llamados al pueblo bueno a portarse bien. Eso es demagogia. Es vil populismo de quien tiene el deber de garantizar las condiciones de convivencia armónica.

Debe aplicarse la Ley al pie de la letra y no solamente en los desaforados mítines gritar que la “mafia del poder” es causante de todos los males de México, y saben por qué, porque ahora los vociferantes están en el poder y se han constituido como la nueva mafia. Quítate tú para ponerme yo, mientras que los demás siguen en espera de Justicia, al menos para Luis Donaldo Colosio que hace 25 años fue arteramente asesinado por “nadie” y por “todos”.

Sí. El de Luis Donaldo no fue un crimen más, fue un “magnicidio”. Fue un artero asesinato de una persona pública que veía a “un México con hambre y con sed de justicia”, pero ¿y las muertes de los otros muchos mexicanos -hombres y mujeres- que diariamente caen ante las balas y que nadie les hace monumentos, ni reportajes, ni teleseries? ¿Por esas muertes no hacemos nada?

El asesinato de una persona, cualquiera que sea, debería movernos a todos a exigir la aplicación de la Ley, pero no tratando de engañar y gritar “al diablo con las instituciones”.

¿Acaso no vale lo mismo la muerte de un hombre llamado Luis Donaldo que la de uno llamado José Pérez? No. No vale lo mismo. Uno hubiera sido Presidente de México y José Pérez simplemente hubiera sido un padre de familia, un hermano o hasta un hijo de una madre que llora sin encontrar justicia y que sigue preguntándose ¿Quién fue?

Asumamos que como sociedad hemos fallado. Le hemos fallado a la familia de Luis Donaldo, a la de José Pérez y a la de los muchos más que han perdido la vida por una bala de traición, de venganza, de descomposición social. Le hemos fallado a México, todos.