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IMPULSO/Luis de la Calle
Jones Act, TLCAN, Golfo de México y desarrollo
México debe pedir una excepción a la Jones Act para transformar la economía y la psicología de México e impulsar el desarrollo del sur del país y norte de América Central. Esta columna ha argumentado en el pasado que el éxito relativo en términos de crecimiento entre estados depende de cuatro factores: uno, la calidad e intensidad logística que permite el intercambio con el resto del país y el mundo; dos, la disponibilidad de gas natural para el desarrollo industrial; tres, el sistema educativo y de capacitación para contar con trabajadores e ingenieros técnicamente adeptos; y, cuatro, el estado de derecho.

Las zonas económicas especiales establecidas recientemente por el gobierno federal buscan crear condiciones para que estos cuatro elementos existan, amén de establecer un régimen preferencial en términos impositivos y regulatorios que es secundario para la competitividad.

El Golfo de México es uno de los más valiosos recursos de la geografía pero ha sido desaprovechado como palanca de desarrollo para varios de los estados más pobres y rezagados. El golfo es importante para sus estados costeros, pero, en virtud del Istmo de Tehuantepec, también puede serlo para Chiapas y Oaxaca e incluso Guatemala, El Salvador y Honduras. El valor del segmento más estrecho de México no es tanto servir de conector entre el Pacífico y el Atlántico y competir con el puerto de Los Ángeles/Long Beach y con el canal de Panamá, como se ha pensado desde hace años, sino por su potencial como plataforma de exportación.

A raíz de la aprobación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte empezó a funcionar, pero con poco éxito, una conferencia binacional de gobernadores del golfo. Aunque la visión era correcta, la falta de dinamismo comercial y de integración económica en el golfo ocasionó que la conferencia no progresara. No obstante, ahora es el momento de renovar esfuerzos para hacer del golfo de México un Mare Nostrum que sirva como catalizador para que Veracruz, Tabasco, Campeche, Yucatán, Oaxaca y Chiapas se conviertan en estados económicamente de América del Norte.

Los volúmenes de exportación de etileno desde Coatzacoalcos y de cerveza desde Progreso justifican líneas marítimas regulares entre estos puertos y Mobile, Alabama y San Petersburgo, Florida. Este servicio regular puede equivaler a la apertura de una nueva frontera que acerque a los estados del golfo y a los que colindan con el Istmo con el este de Estados Unidos. Si se logra un sistema de logística para colocar productos de calidad de exportación (mariscos, frutas y legumbres, alimentos y bebidas, manufacturas, confección, productos químicos y muchos más) en esos dos puertos mexicanos, podrían llegar a Nueva York, por tierra una vez cruzado el golfo, en 72 horas. Esto requiere de la completa modernización del ferrocarril Chiapas-Mayab que corre de Tapachula a Progreso y pasa por el Istmo y su posible extensión, algún día, hasta Tegucigalpa.

La reforma energética puede también volverse en un importante catalizador para el desarrollo de la industria naviera y marítima en el golfo. Ahora es posible visualizar el servicio a plataformas en aguas mexicanas con embarcaciones de Estados Unidos y viceversa, así como la reparación de barcos y plataformas en ambos países. Increíblemente, estos servicios son, hoy, ilegales.

Para realizar esta visión y cambiar la psicología del golfo es necesario reformar la legislación naviera tanto en México como Estados Unidos. El pleno aprovechamiento del golfo requiere de otorgar a México una excepción de la Jones Act que prohíbe no sólo el cabotaje entre puertos de Estados Unidos, sino también la reparación y construcción de embarcaciones que atraquen y hagan cabotaje en esos puertos.

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