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Propósitos y despropósitos

IMPULSO/ Gabriel Guerra Castellanos
El año que se acaba de ir, traumático como fue en muchos sentidos, nos dejó con casi tantas interrogantes como malas noticias. Dos de los acontecimientos más llamativos, el Brexit y el triunfo de Donald Trump, se dejarán sentir apenas en este 2017. No sabemos aun cómo el Gobierno de Theresa May tratará de conducir el proceso de divorcio de la Unión Europea, ni qué es lo que hará Escocia con sus ambiciones independentistas. Las probabilidades de que la caída de la primera ficha de dominó de la UE derribe a una de las del Reino Unido no puede desestimarse.

Mucho más complejo el análisis y las predicciones de lo que la llegada de Trump a la Casa Blanca puede implicar para EE.UU., para nuestro país y para el resto del mundo. Paradójicamente, Barack Obama deja una economía muy sólida que no es bien valorada por la mayoría de sus compatriotas y una política exterior verdaderamente desastrosa. Sus dos pleitos a semanas de dejar la presidencia lo comprueban: los gobiernos de Israel y de Rusia lo desprecian y se mofan abiertamente de él. Sus fans mexicanos harían bien en recordar que, en ocho años, Obama deportó a más de tres millones de paisanos.

Donald Trump prometió tantas cosas en campaña, se retractó de tantas otras tras la elección y abrió tantas nuevas cajas de Pandora que su gestión pinta como un enigma. Un enigma maligno y perverso, pero enigma al fin. Su hábito de tuitear es al mismo tiempo ventana a su sentir y pensar y misil teledirigido con el radar descompuesto. El próximo presidente de EE.UU. es impredecible, pero quien lo crea tonto o loco comete un error, a fuerza de ser menospreciado, Donald Trump ganó la Presidencia del país más poderoso del mundo. Tiene a México en la mira, y nuestra clase política se prepara para su llegada con piñatas, peladeces y concursos de guacamole. Cada quien tiene la debacle que se merece.

El resto del mundo se convulsiona por diferentes razones, Europa zozobra entre crisis de identidad, migración, xenofobia y racismo abierto. Las elecciones en Francia y Alemania podrían -ojalá que no- ser ganadas por lo peor de la ultraderecha. Y si las dos naciones emblemáticas de la nueva Europa optan por ese nefasto camino, el resto las seguirá.

La xenofobia no es exclusiva de los países ricos, como bien lo señala The Economist en su edición de fin de año, la hipocresía es la máscara tras la cual tratan de ocultarse los gobiernos de países pobres o en desarrollo, entre ellos, la India, Paquistán o México. En ese sentido, veremos en este 2017 conductas cada vez más vergonzosas con pretextos varios: la economía, la seguridad, el terrorismo, la religión, excusas de los miserables para justificarse.

En México, la mesa parece puesta para el surgimiento o resurgimiento del populismo. La mala marcha de la economía, el gasolinazo, los escándalos de corrupción, los fracasos de gobiernos surgidos de los partidos tradicionales harán más fácil que el discurso simplista se imponga. Y es justo decirlo: no hay muchos argumentos en defensa de un status quo, de un sistema que prolongó su vida con el cuento de la alternancia, pero que no encuentra salida ni narrativa que lo salve de sí mismo. En resumen, México está lleno de preguntas y carente de respuestas.

Y eso me lleva a los propósitos para el nuevo año, todo mundo promete, se promete, grandes hazañas, hacer ejercicio, bajar de peso, ser mejores personas. Y no sólo se lo creen, sino que olvidan reiterados fracasos en sus propias historias personales.

Tal vez sería más fácil proponernos cosas más sencillas, no creer todo lo que leamos en redes sociales por ejemplo. No pretender que los demás hagan cosas que nosotros no estamos dispuestos a hacer. Cuestionarlo todo, no sólo aquello con lo que no estamos de acuerdo. Con eso, seremos mejores ciudadanos, mejores personas, mejores miembros de la sociedad. Y así, sólo así, podremos aspirar a un mejor país.
@gabrielguerrac www.gabrielguerracastellanos.com

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