IMPULSO/ Francisco Javier Estrada
Morelos a 200 años
Hoy 22 de diciembre se cumplen 200 años del fusilamiento del Siervo de la Nación, José María Morelos y Pavón, es un hecho de tal importancia que ciertamente en el año no hemos sabido darle al “Año de José María Morelos” todos los homenajes que eran necesarios, para medir así el alto grado de civismo que tenemos los mexicanos en este siglo XXI.
No lo hemos hecho porque estamos más preocupados por las cosas del presente, porque nos angustia la situación petrolera, que, con la política de la OPEP, se atreve a producir 30 millones der barriles diarios y poco le importa, como la hecho inundar a los países con este petróleo, ocasionando con ello la caída de los precios que llegaron a estar por encima de los cien dólares por barril, y ahora, en el caso de México, ha bajado a menos de 18 dólares.
Como decía Heberto Castillo el siglo pasado —un hombre cuya profesión era la ciencia y la ingeniería, y mucho sabía del petróleo y el gas que esto produce— para decir, en este caso, es mejor cerrar los pozos, pues no es justo estar regalando nuestras riquezas naturales para que los países del primer mundo nos lo compren a precios de ganga.
Ocupados en la búsqueda de los 43 normalistas de Ayotzinapan, que desde septiembre de 2014 se han convertido en punto neurálgico de los desaparecidos de México, no se ha logrado dar a este grave problema una respuesta adecuada a la angustia de las familias que buscan por todas partes a sus desaparecidos.
Sí, los problemas económicos son los que imperan en nuestra patria, los de economía, de justicia, seguridad y empleo. Los de la educación, que una pandilla regada en cuatro o cinco entidades de la República, llamadas ‘sindicatos’, se atreve a oponerse a una reforma que es ya urgente y necesaria, si es que queremos sacar a este rubro de la vida mexicana, que nos ha traído la peor calidad educativa en América.
Los problemas estructurales y coyunturales nos han alejado de lo que es permanente, y los hechos de la historia patria claro que son un tema obligado, pues mucho de lo que sufrimos es por falta de una conciencia histórica y cívica que diera principios a todos los que somos ciudadanos en este país de ya 120 millones de habitantes en el año 2015.
Los malos gobiernos han eliminado la educación humanista de los diversos grados de nuestro sistema nacional, estatal y municipal.
Han quitado las fechas en su exacta conmemoración, han convertido el tema del civismo en una palabra anquilosada, han eliminado el sentimiento de la historia patria, que ahora es considerada un asunto inferior a las ciencias de la tecnología y la comunicación, dejando por lo tanto sin alma al mexicano y a su contexto; ya como árbol genealógico de la familia mexicana, y por lo tanto, el sentimiento de historicidad, que en muchos sentidos es el motivo de que tengamos una identidad propia.
Todo el prontismo o pragmatismo conque nos hemos sentido obligados, pues hay que estar a la moda, y se debe dejar a un lado a todo lo que sea ‘viejo’, asunto anquilosado que nada tiene que ver con la historia. Pues el mexicano de ahora sólo vive para el presente, y lo que haya sucedido ayer, o hace un año, y mucho menos hace un siglo, tiene importancia para vivir bien ‘informado’ y ‘al día’.
Por eso no es raro que los mexicanos de ahora no nos demos cuenta de la importancia de una fecha como es el 22 de diciembre de 1815. ¿A quién le importa saber de esa fecha? Ya pasó, si sucedió, pues qué bueno, y olvidemos ello, porque para poder vivir bien, hay que estar al día, sin perder el tiempo hablando del pasado.
Ya lo pasado, pasado. No se comprende, por ello, lo que José María Morelos y Pavón pasó en esos años de guerra, de propuestas para crear una patria independiente del imperio español, de pedir que la igualdad dentro de esta patria fuera el sueño mexicano.