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IMPULSO/ Ricardo Raphael

Un presidente para todos los mexicanos

Con un tono pausado, sin triunfalismos ni arrogancia, Andrés Manuel López Obrador ofreció anoche sus primeros dos discursos como candidato victorioso a la Presidencia de la República. No sólo ni principalmente habló a sus seguidores. Eligió cuidadosamente las palabras para comunicarse con todas esas personas a las que gobernará, independientemente del voto que hubieran emitido durante la jornada electoral de ayer. Será presidente de todos los mexicanos, independientemente de la geografía partidaria a la que cada quién pertenezca: “expreso mi respeto a quienes votaron por otros candidatos,” dijo casi al comenzar su intervención y luego saludó a los demás contendientes. Invitó a los suyos y a los ajenos para que subordinaran los intereses personales a los intereses de la Nación; para reforzar el mensaje citó a Vicente Guerrero: “La Patria es Primero”.

No renunció a la ambición de sus electores para que ocurran cambios profundos, pero advirtió que cualquier reforma o transformación respetará la ley y las instituciones. Para arrebatarle argumentos a sus peores detractores precisó que su gobierno no sería autoritario, ni tampoco dictatorial; al contrario, las libertades de empresa, de expresión y de organización, entre otras, serán respetadas por su futuro gobierno.

También aprovechó para reiterar a los líderes del sector privado que mantendrá la disciplina fiscal y financiera del gobierno. Repitió que no subiría impuestos porque obtendrá recursos por otras vías: la austeridad y la lucha contra la corrupción. Una vez que López Obrador ofreció las seguridades que sus adversarios, de la política y la sociedad, necesitaban escuchar, pasó a enumerar las causas con que convocó a su movimiento político: la opción preferencial de su gobierno será por los pobres, particularmente por los indígenas. Será también prioridad combatir los privilegios y la corrupción que los cobija.

La cuarta transformación de México pasa por hacer que el Estado trate con igualdad a la hora de servir a los gobernados. Varias veces insistió anoche que no iba a fallar, que no iba a decepcionar: “quiero pasar a la historia como un buen presidente… Es una ambición legítima”, subrayó. Como primera tarea política dijo que trabajaría en un “Plan de Reconciliación y Paz.” Esas dos palabras fueron claves de los dos discursos que pronunció ayer.

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