IMPULSO/Juan Carlos Castañeda Matus
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A lo largo de nuestra historia como mexicanos, hemos visto crearse y destruirse sindicatos de todos los tamaños, colores y sabores. Quizá el más sonado de los últimos años, es el caso del Sindicato de Luz y Fuerza del Centro que, por decreto presidencial, se dispuso a su disolución en 2009, liquidando así a todos sus miembros. Sin embargo, aún quedan cientos de sindicatos que dudo si deberían existir todavía.
Uno de los Sindicatos más grandes y bien establecidos es, sin duda alguna; el SUTEyM. Pero no así la Sección Sindical DIFEM, IMIEM y JAPEM y su Secretario General Seccional, Rogelio Monterrubio Camacho. Y es que ya es por demás visto, que este personaje entrega a diestra y siniestra las plazas laborales más altas a sus amigos y cercanos, olvidándose del resto de los compañeros y los otros criterios como estudios, experiencia y responsabilidades; que son más importantes para las instituciones y los trabajadores mismos.
Monterrubio Camacho no sólo ha beneficiado a sus amistades con las mejores plazas, sino que también ha protegido a delincuentes que laboran todavía dentro de las instituciones; como acosadores sexuales, hombres y mujeres gustosos del robo hormiga, golpeadores, buscapleitos; por mencionar algunos.
La política sindical de Monterrubio Camacho ha desatado que muchos de los trabajadores sindicalizados en esta sección, mantengan una actitud negativa para las instituciones. Me refiero a la flojera, la negligencia y la situación delictiva que el Sindicato permite en estas personas que van y vienen con la bandera de “El sindicato nos protege”, y no se dan cuenta que el daño es también para sus compañeros honrados y trabajadores que sólo buscan una mejora económica.
Esta misma Política Sindical se está convirtiendo en una costumbre, en un vicio que parece no tiene consecuencias y que aumenta día a día. Rogelio Monterrubio no es un hombre que se caracterice por hacer amigos, precisamente, pero debería pensar en llevarse bien con sus compañeros sindicalizados y los patrones que auspician su sección sindical si quiere seguir activo; pienso humildemente. Su trato déspota, altanero y grosero ha hecho que hasta tenga que pedir disculpas públicas, pero sólo por órdenes de sus superiores.
Los Sindicatos son excelentes y se hacen necesarios, sólo cuando sus dirigentes actúan de manera comprometida en favor de todos y cada uno de sus agremiados -no sólo de los cuates-, pero sin descuidar el origen de la fuente de ingresos -las Instituciones-. Y es que, si les gana la ambición, desviando los intereses de manera mezquina, pueden irse al olvido y quién sabe a dónde más.