Diciembre 24, 2024
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IMPULSO/Alejandro Hope
DEA, heroína y números inventados

La crisis de los opiáceos en Estados Unidos no es cosa menor, según datos del Centro de Control de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés), 32,000 murieron en 2015 por sobredosis de algún opiáceo, natural o sintético, legal o ilegal.
En ese coctel, la heroína juega un rol importante, de acuerdo a datos de la CDC, las sobredosis letales de heroína se cuadruplicaron entre 2010 y 2015. Para este último año, representaban la cuarta parte de las muertes por sobredosis vinculadas a algún opiáceo. Según la DEA, esta epidemia tiene su gran motor en México.
Todos los años, esa institución (y antes de 2012, un organismo conocido como Centro Nacional de Inteligencia sobre Drogas) produce un documento llamado Evaluación Nacional de Amenazas de las Drogas (NDTA, por sus siglas en inglés).
En ese documento da información diversa sobre producción, tráfico y distribución de drogas ilícitas, así como temas relacionados (lavado de dinero, por ejemplo). Pues en la más reciente edición del NDTA, dada a conocer esta semana, la DEA aseguró que la producción potencial de heroína en México se triplicó entre 2013 y 2016, al pasar de 26 a 81 toneladas.
Dato impresionante, sin duda, pero ¿es creíble? Hay razones para tomarlo con escepticismo: 1. La estimación del gobierno de Estados Unidos sobre la producción potencial de heroína en México es muy volátil.
En 2005, calculaban una producción potencial de 8 toneladas. De ese nivel, escaló durante años a tasas de dos dígitos hasta llegar a 50 toneladas en 2009. Luego, no hubo estimación durante tres años consecutivos. En 2013, en plena epidemia, la DEA soltó tremenda sorpresa: 26 toneladas, la mitad de la supuesta producción de 2009. Y un año después, se retoma el crecimiento, ahora a 42 toneladas. Luego 70. Y en 2016, justo cuando las cifras de demanda de heroína empiezan a mostrar señales de estabilización, el estimado llega a 81 toneladas.
2. El problema no es sólo que la serie tiene huecos y da brincos espectaculares, sino que no quedan claro cómo se construyeron las estimaciones. No hay información en el reporte sobre los supuestos que utilizaron para estimar la producción potencial, salvo la supercie cultivada. Pero eso sólo dice cuántas hectáreas se cultivaron, no cuanto se puede producir.
3. El riesgo de error en este tipo de estimaciones es gigantesco. Entre otras cosas, hay que muestrear el territorio, distinguir en fotos aéreas o satelitales los cultivos ilícitos de otra vegetación, calcular la productividad media por hectárea, y estimar el factor de conversión de amapola a goma de opio y de goma a heroína. Hay margen de error en cada uno de esos pasos. Y el error puede acumularse hasta volverse monumental.
4. La estimación de producción potencial no cuadra con otros datos que vienen el propio reporte. Por ejemplo, se señala que, en 2016, por primera vez en seis años, disminuyeron los decomisos en la frontera entre México y Estados Unidos. Asimismo, se arma que, según encuestas de uso de sustancias, disminuyó el número de personas que se iniciaron en el consumo de heroína. Por último, se apunta que, de manera creciente, el fentanilo (un opiáceo sintético) está sustituyendo a la heroína en algunos mercados ¿Cómo encaja todo eso con el supuesto crecimiento exponencial de la producción en México? No muy bien.
Esto no significa que la producción de heroína en México no haya ido al alza en años recientes, pero sí implica que no podemos tomar como verdad revelada todo lo que dice la DEA. Ellos tienen incentivos, uno de ellos obvio: mostrar la “amenaza de las drogas” tan grande y tan externa como sea posible. En esa clave hay que leer sus números.

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