Diciembre 25, 2024
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Peso más fuerte, ¿por cuánto tiempo?

IMPULSO/Rogelio Ramírez de la O

El anuncio de que el peso se puede fortalecer más, incluso a 17 por dólar, refleja exceso de confianza de la autoridad monetaria, aun admitiendo que su depreciación fue en gran parte una sobre-reacción de rebaño de los inversionistas. No se puede decir, sin embargo, que esa fortaleza es duradera.

Cuatro factores causaron la salida de divisas desde 2015. Uno, la retórica contra el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en Estados Unidos. Dos, la expectativa de que la Reserva Federal estadounidense elevaría su tasa de interés y causaría salida de capitales de México. Tres, el deterioro de las finanzas públicas que se hizo visible en los problemas de Pemex para pagar a sus proveedores. Y cuatro, el aumento del déficit de la cuenta corriente externa que requería para financiarlo del ahorro externo en valores mexicanos.

El Banco de México defendió al peso, pero no sin antes ver las reservas internacionales reducirse en 17 mil millones de dólares, aplicando esquemas de subastas. Luego, interviniendo a discreción en el mercado, al tiempo que comenzó una frenética alza de tasas de interés. Luego, con un esquema de coberturas pagaderas en pesos.

Estos esquemas sucesivos sólo dieron un respiro al peso cuando la retórica en Estados Unidos contra el TLCAN se suavizó y quedó claro que hay una ruta institucional para renegociarlo. La renegociación no inicia aún y las otras causas, la fiscal, la cuenta corriente, y la tasa de la Reserva Federal, siguen latentes.

Sobre la fiscal, el puro hecho de que el gasto total sea hoy de 27.5% del PIB cuando en 2007, antes de la crisis global, era 21.8% y en 2000 era 19.2%, debería ser una clara advertencia de problemas.

Este mayor gasto no sirvió para evitar la descapitalización de Pemex. Como empresa emblemática, finalmente el gobierno tuvo que apoyarla y así surgió un tema nuevo de preocupación fiscal para los mercados. Su situación parece haberse estabilizado por ahora, pero el problema estructural está pendiente de solución. Y no hay visibilidad sobre cuál será finalmente esa solución.

Hoy la situación fiscal parece menos apremiante porque el Banco de México hizo dos inyecciones de recursos provenientes de ganancias cambiarias no realizadas por 239 mil millones en 2015 (transferidas en 2016) y 322 mil millones en 2016 (transferidas en 2017). De ahí que las finanzas públicas tengan un respiro y muestren un superávit, cuando éste parecía muy difícil hace un par de años.

Pero eso no significa que Banxico puede replicar esta transferencia en 2018 ni que la estructura de las finanzas públicas haya cambiado.

En la balanza de pagos las compras de valores en pesos por inversionistas extranjeros casi desaparecieron por completo en 2016, lo que explica la rápida depreciación del peso. Con la mejora de la situación fiscal, la retórica menos agresiva contra el TLCAN y el aumento de la tasa de interés de 3% a 7% de noviembre de 2015 a la fecha, en el primer trimestre estas inversiones regresaron.

Pero aquí tampoco hay un cambio estructural. O acaso el cambio es negativo, pues desde 2015 México ya tiene una nueva fuente de déficit de comercio, en el petrolero, que será difícil baje de 15 mil millones de dólares.

En cuanto a la Reserva Federal, ésta ha confirmado desde marzo su intención de seguir elevando su tasa, a pesar de inflación baja. El mercado está ignorando esta postura y por ello puede llevarse una sorpresa.

Es prematuro declarar al peso libre de presiones, excepto para un breve periodo en los próximos meses, donde hay una buena probabilidad de que se mantenga. [email protected]

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