Natalia Vidales/SemMéxico
La deducción de que ahora le “toca” a Andrés Manuel López Obrador la Presidencia, luego de que la alternancia ya se probó amargamente doce años con Fox y Calderón, del PAN; y luego con el regreso del hijo pródigo del PRI, Enrique Peña Nieto, sólo para volver al pasado, no es tal, es sólo una peregrina conjetura.
Curiosamente, el candidato del tricolor, José Antonio Meade, se refiere a que con López Obrador sería retroceder en el tiempo, como si la vuelta del PRI no hubiese sido precisamente eso.
AMLO puede -y de hecho va a- perder por las mismas razones por las que perdió el 2006 y el 2012, derrotas que no tienen nada que ver con aquello de la chachalaca o porque significaba un peligro para México (porque según esto lo seguiría siendo), perderá simplemente porque tendría que vencer al PRI y al PAN al mismo tiempo, lo cual es prácticamente imposible, igual que en las elecciones anteriores donde uno de sus antagonistas, del PRI el 2006 y del PAN el 2012 se rezagó en la recta final rumbo a las urnas, los votantes del sacrificado se alían -sin querer queriendo- para evitar que gane AMLO.
El PRI y el PAN se han apropiado de la alternancia logrando -a veces a favor de uno y a veces a favor del otro- que López Obrador se quede en la raya. Y la única manera de que gane es que se rompa ese plan. Perdón… ese PRIAN.
En las próximas elecciones, el péndulo electoral le tocará ahora al PAN (como hace seis años le tocó al PRI), y Ricardo Anaya será el próximo mandatario, precisamente porque Meade no levanta en las preferencias, y millones de sus simpatizantes se unirán –en un fenómeno de sociología electoral ya muy conocido- para evitar que gane el considerado un enemigo y favoreciendo al opositor más confiable… más cercano. El voto duro no alcanza, se requiere del voto huidizo.
Las encuestas, por cierto, revelan un dato aparentemente secundario, pero que entraña el resultado de la elección. Los sondeos pueden, como está ocurriendo ahora, favorecer a López Obrador, pero, en una ulterior pregunta al entrevistado que optó por él se le pregunta por una segunda opción y allí la respuesta se la lleva el PAN, de tres a uno frente al PRI.
Las encuestas -bastándonos aquella de María de las Heras el año 2000, la única que pronosticó el triunfo de Fox- resultan fallidas ahora porque no incluyen el cambio, la variante de preferencia electoral de último minuto del votante si su primera intención ya está en la lona.