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París
Tras tres dolorosos fracasos, París logró al fin la organización de los Juegos Olímpicos de 2024 gracias a un dosier estudiado para responder a las expectativas del Comité Olímpico Internacional (COI), así como un calendario y una sucesión de circunstancias muy favorables.
Después de las dolorosas derrotas de las candidaturas parisinas en 1992, 2008 y 2012, el deporte francés aprendió la lección: en el futuro, sería él quien pilotaría una candidatura, tratando de convencer a los políticos para que cediesen las riendas.
Bernard Lapasset, presidente del World Rugby (la Federación Mundial de Rubgy) fue el primer patrón y detrás de él se unieron el triple campeón olímpico en canotaje Tony Estanguet -el alter ego de Lapasset al frente de la candidatura parisina-, el judoca Teddy Riner, la exatleta Marie-José Pérec y muchos otros héroes del deporte francés.
Hábil negociador, Lapasset supo convencer a ministros, presidentes, políticos regionales y finalmente a la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, de mantener un perfil bajo. “Supimos aportar garantías de seriedad, fiabilidad y, sobre todo, mostramos la importancia de los deportistas en la candidatura. Incluso el presidente (François) Hollande aceptó situarse detrás de ellos”, se felicitó Lapasset en una entrevista a la AFP a finales de 2016.
El responsable mostraba también una fotografía de los líderes de la candidatura derrotada para 2012: el alcalde de la época Bertrand Delanoë, el presidente regional Jean-Paul Huchon, el jefe de Estado Jacques Chirac y el ministro de Deportes Jean-François Lamour. Cuatro políticos y ningún deportista.
Una vez los deportistas al mando de la candidatura, aún había que construir un dosier al menos tan bueno como el de 12 años atrás y que fue más alabado por los miembros del COI que el de Londres, que finalmente fue designada como sede.
Monumentos icónicos
Para ello, el equipo parisino cumplió fielmente la Agenda 2020, el paquete de medidas presentadas por el presidente del COI Thomas Bach a finales de 2014, un año después de su elección al frente de la institución, con el fin de reducir los costes de la organización de los Juegos recurriendo a infraestructuras ya existentes y, sobre todo, priorizar proyectos que respondiesen a las necesidades del territorio.
Con el objetivo cumplido, París se enorgullece de ser un proyecto sostenible, en el que sólo debe construirse un centro acuático prometido desde inicios de la década pasada y una Villa Olímpica que tras los Juegos se reconvertirá en viviendas en un distrito, Seine-Saint-Denis, que sufre una cruel falta de que se beneficiará así de la dinámica olímpica. Todo ello con un modesto presupuesto, inferior a los 7.000 millones de euros, muy inferior al de las últimas ediciones comparables.
A las infraestructuras existentes (Stade de France, nuevo Roland-Garros, Bercy, Parque de los Príncipes, Estadio Jean-Bouin, Arena-92) y a las construcciones temporales se unirán “monumentos icónicos de París que formarán un centro vital muy potente”, alababa en mayo pasado Patrick Baumann, el presidente de la comisión de evaluación enviada por el COI: el Campo de Marte, Trocadero, Invalides, el Grand Palais o los Campos Elíseos se convertirán, durante la quincena de los Juegos, sedes de la competición en un espacio relativamente compacto, con más del 80% de las zonas de competición situadas en un radio de 10 kilómetros alrededor de la Villa Olímpica.
Un calendario muy propicio
Un buen dosier y un equipo a la altura no garantizan sin embargo el éxito. Más allá de sus virtudes propias, París se benefició a lo largo de toda su campaña, iniciada en 2015, de una serie de circunstancias ajenas que, por primera vez, favorecieron su objetivo final.
Primero, la regla tácita aunque no escrita de la alternancia de continentes era favorable a París, ya que tras Rio-2016 y Tokio-2020, lo lógico era que los Juegos regresaran a Europa. Asimismo, en la renegociación de los derechos televisivos, la opción de unos Juegos en Europa en 2024 y en América en 2028 era la más favorable a los intereses financieros del COI.
Paralelamente, tras campañas muy competidas para 2012, 2016 y 2020, París vio como sus potenciales rivales para 2024 se fueron retirando uno tras otro: Boston (sustituido por Los Angeles), Hamburgo, Roma y finalmente Budapest abandonaron la carrera, dejando a París y Los Angeles como únicas candidatas y al COI con un enorme dilema: ¿Cómo organizar una elección entre dos finalistas de peso sin enojar para siempre a dos potencias como Estados Unidos y Francia?
La mayor antigüedad de la candidatura parisina, la adecuación de su proyecto con la fecha de 2024, la posibilidad de aplazar la angelina a 2028, la determinación de su equipo y la perspectiva de volver a celebrar unos Juegos en París, justo un siglo después de la última vez (1924), acabaron decantando la balanza del lado francés.