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Pan, circo y pecunia

IMPULSO/José Miguel Moreno/Arena Pública
2017: la incertidumbre global de este mundo raro
Se acaba el 2016 y pareciera que habitamos en un nuevo mundo, “un mundo raro”, diría José Alfredo. El año ha sido muy extraño, empezó con las bolsas mundiales en pánico en lo que fue el peor inicio de año para la renta variable de la historia, pero termina con el Dow Jones desbocado, eufórico, acariciando un número tan redondo y pletórico como los 20,000 Pts. luego de haberse anotado dieciséis récords históricos desde la elección de Donald Trump. Durante este 2016, ganó el Brexit en el Reino Unido, la guerra en Colombia y un señor estrafalario la Presidencia de Estados Unidos.

También fue extraño que la OPEP, inmersa en la guerra de “petroprecios” que se inició en el 2014, tocara de repente retirada y Arabia Saudita se uniera a Rusia para reducir la producción.

Asimismo, sorprendió la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), que luego de haber insistido durante mucho tiempo en que el ciclo de subida de tasas sería muy pausado, le entró de repente la urgencia por aumentar las tasas a un ritmo más rápido como resultado de las políticas económicas de Trump.

Síntoma de estos extraños tiempos que corren es que el año cierra, según la revista Forbes, con el presidente ruso Vladimir Putin y el presidente electo Donald Trump como los dos individuos más poderosos del planeta, al tiempo que el saliente Barack Obama patalea por la posible injerencia de los servicios de inteligencia rusos en las elecciones presidenciales.

Pues bien, el 2017 tiene pinta de que será igual de raro o más que este año que ya termina.

Por ejemplo, resulta perplejo que, con la economía estadounidense creciendo a buen ritmo, con el mercado laboral cerca del pleno empleo, con los recursos ociosos cada vez más escasos y con la inflación repuntando, se proponga una política de recorte de impuestos y aumento del gasto público.

¿Acaso no aconseja la prudencia económica que en tiempos de prosperidad se fabriquen márgenes fiscales para defenderse de la siguiente crisis, en vez de acometer políticas de estímulo económico que desprotegen y generen excesos, burbujas y desequilibrios? Más insensatos son aún los esfuerzos proteccionistas de algunas fuerzas políticas como mecanismo para detener e incluso “revertir” el proceso de globalización.

Mas esa tarea parece un esfuerzo vano, la fuerzas globalizadoras son muy potentes, aportan más ventajas que desventajas y no se combate con barreras y obstáculos al libre comercio, sino paliando sus inconvenientes, siendo el más visible el trato de favor que recibe el capital frente al trabajo, causa del aumento de la actual desigualdad [sic.].

Por consiguiente, la manera de afrontar los problemas de la globalización no es con antiglobalización, sino buscando cómo reequilibrar sus beneficios entre capital y trabajo a favor de este último.

Más desquiciante es ver, como resultado del punto anterior, el apogeo de partidos radicales, antieuropeístas y xenófobos en el Viejo Continente, mismos que buscan destruir un proyecto europeo común que, más allá de lo económico, es un proyecto político, con unos valores muy definidos, destinado a hermanar a unos pueblos que se masacraron durante la primera mitad del siglo XX. Esos movimientos que encarnan el regreso de los nacionalismos pueden significar el fin de Europa.

Pero nada hay más surrealista que ver a los republicanos estadounidenses, hasta hace poco acérrimos enemigos de la supuesta perfidia rusa, lanzando loas al gobierno de Vladimir Putin, un mandatario siniestro, corrupto y belicoso que lleva 15 años con su particular versión nacionalista del “Make Rusia Great Again” para reposicionar a Moscú con el “glamour” de la era soviética, cambiar el orden internacional y debilitar a la Unión Europea y a la OTAN, un modelo que parece seguir la derecha nacionalista de Trump. Si el futuro siempre es incierto, en este mundo raro, lo es aún más.

En lo económico, si alguna certeza ha dado la Fed al resto del mundo desde tiempo atrás, es que subirían las tasas de interés de manera gradual. Pues bien, ya no es así, ahora, nos dice que podría ser menos gradual de lo anticipado. De momento, prevé que, en vez de incrementar las tasas de interés en dos ocasiones para el año que viene, podría hacerlo en tres. Sobre todo nos advierte que, en caso de que Trump aplique sus políticas fiscales para estimular el crecimiento, la probable mezcla de más deuda e inflación podría significar un ritmo más acelerado de alzas. Ese nuevo escenario genera nerviosismo.

Desde el primer momento, se ha traducido en un incremento de las tasas de interés de todos los plazos en Estados Unidos, los que se ha transmitido a su vez a todas las tasas del orbe con varias: uno, incentivará el ahorro y encarecerá el crédito, lo que restringirá el consumo y la inversión y, en consecuencia, el crecimiento económico; dos, provocará que, en un mundo saturado de deuda, todos tengan que pagar más por ella, por lo que recursos destinados ahora al consumo y la inversión tendrán que destinarse al pago de intereses; y tres, las expectativas de una política más restrictiva de la Fed ha significado una virulenta apreciación del dólar contra el resto de divisas del planeta, con todas las ramificaciones que implica en términos de inflación y balanza de pagos.

También es incierto el rumbo que tomarán las relaciones comerciales en el mundo, esto derivado de la tendencia aislacionista del Brexit y de Trump, y cómo terminará afectando al comercio y al crecimiento global. Todavía no se sabe a ciencia cierta si se materializará el Brexit, pero, suponiendo que sí, dependerá de cuánto duren las negociaciones y cómo se configure el acuerdo definitivo. También se desconocen las exigencias que establecerá Trump en las esperadas negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte o en otros tratados comerciales y cómo las tomarán los países socios.

En lo político, también hay incertidumbre y riesgos, el discurso radical de Trump, Putin y los partidarios del Brexit ha funcionado y los nacionalistas toman nota. Europa es la región más expuesta a esos riesgos con varios acontecimientos clave el año que viene. En Francia, habrá elecciones presidenciales, el 23 de abril, Día del Libro, será la primera vuelta y el siete de mayo la segunda. La candidata de extrema derecha, Marie Le Pen, quien ha recibido recursos de bancos rusos para financiar sus actividades políticas, aboga por abandonar el euro. En Alemania, se celebrarán elecciones federales, y Angela Merkel volverá a presentarse como candidata democristiana.

Ella tratará de frenar el ascenso del partido nacionalista Alternativa para Alemania, formación que ha ido ganando preponderancia con un discurso xenófobo que ha enardecido a los germanos con la crisis de refugiados sirios.

Además, falta por ver qué orden pretende establecer Donald Trump en el mundo, qué políticas adoptará en la delicada región de Oriente Medio o qué relación establecerá con Pekín, donde ya han surgido fuertes fricciones por la cuestión de Taiwán.

En este mundo raro, por tanto, se puede producir una combinación letal de alzas de tasas más pronunciadas de lo previsto, medidas proteccionistas que torpedeen el comercio mundial y resultados políticos explosivos. Esperemos que no, que estemos equivocados o lo que hoy ya es de por sí raro se puede convertir en peligrosamente raro.

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