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IMPULSO/Sara Lovera

Opinión

Cuatro punto cuatro millones de niñas de 15 años y más son agredidas sexualmente en casa, la clase política, en silencio

 

En 1969, cuando inicié mi carrera profesional periodística, la agenda de las mujeres había quedado en el recuerdo. Las sufragistas que nacieron tímidamente desde el siglo XIX, cuando algunas vivían, tuve la oportunidad de conocerlas, hablar con ellas, creían haber conseguido sus afanes.

La obtención del voto en 1953 las había evaporado. De las movilizaciones de los años 30 y 40, lo único que quedaba era la revista Mujer, que vivió hasta 1978. Parecía que ya estábamos en la vida social política de México, mentira.

Antes de que yo presenciara el nacimiento del nuevo feminismo, del que hoy seguimos siendo protagonistas, 35 años antes había irrumpido en el país el Frente Pro Derechos de la Mujer, en pleno cardenismo, unas 50 mil mujeres de 25 organizaciones, en 800 células organizadas en todo el país, donde estaban obreras, cientos de profesoras y activistas, plantearon la “agenda”: 19 demandas, 6 enfocadas a buscar el mejoramiento de los ámbitos laborales y de salud de las mujeres y las otras eran demandas político democráticas.

En el centro se buscaba, además del voto universal, posiciones en sus organizaciones, beneficios sociales y económicos; libertades proscritas. Pero señaladamente enarbolaron posiciones de avanzada y el estado laico; críticas a la familia y a la enajenación ideológica: revelaron en su lucha, cómo las feministas tuvimos siempre como obstáculo al pensamiento conservador. Dieron una lucha sin cuartel contra la idea estática de que las mujeres “son las reinas del hogar”, hoy se llama economía del cuidado y quedó en la cultura esta dicotomía que aún subsiste.

A partir de entonces, luego de que la iniciativa para obtener el voto se archivó, surgieron lentamente nuevas iniciativas. La creación de la Alianza de Mujeres de México, en los años 40 encabezada por Amalia González Caballero de Castillo Ledón; la primera propuesta para liberar el aborto y en el Código Penal la violación como delito.

La agenda de las mujeres delineada así, en el cardenismo, venida de los antecedentes de la Revolución Mexicana, iba a vivir un vuelco superlativo. No obstante desde aquellos años dorados, no hemos logrado volver a conseguir un movimiento homogéneo, sistemático y masivo. ¿Nada más imaginen un instante, 50 mil mujeres organizadas? ¿Grupos estatales fuertes y actuantes? ¿Arengas por todo México? Algo inconcebible.

El nuevo feminismo de los años 70, sus cuatro ejes sustantivos: aborto libre, no a la violencia, libre opción sexual y participación política, fue transcurriendo de un sexenio a otro. Surgieron las acciones afirmativas, le pusimos nombre a los derechos sexuales y reproductivos; caminamos de la mano a lograr muchísimas cosas. Hoy están en las leyes, incluida la ILE, y discurrimos sobre nuestros derechos humanos.

Todo ello no ha sido en vano. Sin embargo el feminicidio, la violencia política y la impunidad han mostrado en nuestra actualidad cómo sobrevive la desigualdad y la impericia. Todavía hay quienes nos quieren devolver al “hogar dulce hogar”, cómo si el tremendo asunto de la violencia en casa no existiera y no falta quien hable de reconciliación.

Vi crecer y desarrollarse al movimiento de los 70. Identificamos hace más de 25 años que además de la violación, se conspira contra las mujeres en las calles de nuestras ciudades y en los centros laborales. Se enseñorea el hostigamiento y el acoso sexual, prerrogativas de los hombres, sin que ello cimbre, de fondo a la clase política, ocupada en cómo aspirar y/retener el poder. Hoy está en silencio.

Las primeras iniciativas contra la violencia y el aborto (1978), encabezadas pluralmente por Silvia Hernández del PRI y Mireya Toto desde el feminismo independiente, así como el intento de construir un gran frente, denominado Por la Liberación y los Derechos de las Mujeres; la multiplicación en los años 80, no de células de obreras, maestras y campesinas, sino de nuevas feministas que derivaron en las Organizaciones No Gubernamentales, pusieron a disposición del sistema decenas de iniciativas, capacitación, organismos de discusión, frentes y redes.

Y dónde estamos. Enfrentadas a una corriente enorme, tremenda, como un valladar infranqueable, que me hacen pensar en Rosario Castellanos y su tesis sobre la Cultura Femenina; o en mi maestra Teresita de Barbieri (+21 de enero 2018), quien explicó la vida cotidiana o en las centenas de académicas, activistas y periodistas, estudiando y describiendo cómo la desigualdad se reproduce de la casa a las calles y hasta las instituciones; entre quienes debieran defender, ahora por ley, nuestros derechos y nuestras libertades.

Apenas ayer domingo, en un parque de mi ciudad, la de las libertades, se operó una acción violenta de las autoridades de vía pública de la delegación Cuauhtémoc que impidieron la celebración, de la Festivalia Feminista por el 11 aniversario de la legalización de la Interrupción Legal del Embarazo (ILE) en la Ciudad de México, que estaba programado para realizarse en el Jardín Pushkin de la Avenida Cuauhtémoc.

Dos días antes, vimos cómo en La Minerva, de Guadalajara, en la final de la Concachampions entre Chivas y Toronto, la periodista de Fox Sports, María Fernanda Mora, mientras transmitía fue agredida durante los festejos por un hombre de la afición. Lo vimos en vivo. Cómo se acumulan las denuncias de hostigamiento, como sucedió hace más de cuatro años en una oficina de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y el primer visitador pidió perdón para el delincuente, ahora juzgado y con pena de cárcel.

Cómo se suceden las cifras del feminicidio y los testimonios, los asuntos archivados en las agencias del ministerio público, los juzgados a pesar de las estadísticas del Observatorio Nacional del Feminicidio; las carpetas de investigación que no avanzan; las mujeres desaparecidas y la injusticia que todavía lacera nuestra conciencia por los pendientes de Ciudad Juárez, de Altamirano, Chiapas, donde fueron violadas 3 indígenas Tzeltales. Por hablar de casos mediáticos, como ahora se dice; y cuánto nos increpan los testimonios de #MeToo o #MiPrimerAcoso, en las redes sociales.

Estamos en el peor de los mundos posibles. Desarticuladas. No ausentes, sino en condición de parias, huérfanas, desamparadas. ¿Qué decir de la realidad? Alguien el sábado, mientras se atropellaba la Festivalia, me hizo ver que existen 4 millones 400 mil niñas, de 15 años y más que han sido violentadas sexualmente en su infancia por tíos, primos, padrastros, vecinos; muchas quedaron embarazadas, otras tremendamente afectadas. Una realidad inscrita en la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2016 (ENDIREH-2016 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Dije niñas, que hoy son festejadas, niñas violentadas por integrantes de esa familia que defienden acríticamente todos los partidos y todos los candidatos a la presidencia de la República.

En esta hora no podemos callar. Lo sé. No lo hemos estado durante más de cien años. Lo que nos falta es escucha, es conocimiento, es sensibilidad. Por eso hay que celebrar que ya están en circulación, para conocimiento general, dos agendas para que las vean, las escuchen estos candidatos que buscan el poder en 2018.

La escrita por el Grupo Plural, estrictamente circunscrita a los derechos políticos, todavía con pendientes y lagunas y la Agenda Mujeres 2018: lo Personal es Político, referida a las pertenecientes a “grupos vulnerables”, segmentada por mujeres mayores, discapacitadas, afrodescendientes, pobres y desde luego el inmenso bulto, el enorme y tremendo de la violencia feminicida, la negativa a la libertad del cuerpo, la diversidad y el aborto.

La agenda está vigente. El tema es cómo lograr el movimiento. Cómo irrumpir en las redes sociales y el ciber espacio; todavía en los medios de comunicación tradicionales, en los diálogos y los discursos de campaña y cotidianos, teñidos de visiones retrogradas y ausentes de la más mínima consideración sobre nuestra humanidad. Dónde están las “expertas” en género y derechos humanos en los equipos de las y los aspirantes de toda la República en lo que se conoce ya como las elecciones más grandes de nuestra historia. Leí en mi portal que arrancaron campaña aspirantes al congreso y presidencias municipales en Guerrero, seguramente válidas para el resto del país, ausentes de la agenda y las demandas de las antiguas y nuevas feministas. Veremos.

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