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IMPULSO/Sara Lovera

Casi de manera imperceptible, en las últimas semanas se ha puesto en primer plano un discurso conservador y retrógrado que puede ganar terreno en México, un país con gran herencia liberal y, contradictoriamente, “guadalupano”, con 83 por ciento de personas que se reconocen católicas porque han sido bautizadas, pero que en la práctica no son militantes religiosos.

¿Dónde está ese discurso?, está siempre, con diversas formas, imágenes y representaciones, en los medios de comunicación, está en los discursos políticos e institucionales desde el siglo XIX, en que el país vivió la guerra de Reforma y se instaló en México la lucha de conservadores y liberales.

Pero ahora se ha recrudecido, tiene una característica preocupante, es su batalla contra la teoría de género, fundando sus críticas precisamente en que las feministas hablamos de cómo se aprende a ser mujer en esta sociedad y que no es natural ser mujer como se nos ve: sumisa, obediente, madre, cuidadora y sacrificada.

Nos pareció revolucionario el descubrimiento, pero, en el fondo ideológico, millones de mujeres están discretamente armadas para oponérsenos. Convencidas de su “naturaleza”, son llamadas a cuidar y capitanear a la familia, aunque la suya nada tenga que ver con la “ideal”, la defienden y se oponen a lo no natural, “al homosexualismo”, consideran una desgracia la maternidad en la soltería y veneran “valores” y principios de tal forma que darían la vida por ellos.

Se trata de un amenaza, una conspiración que está ahí y no hemos creado caminos estratégicos para enfrentarla. Hoy, además, a diferencia del último siglo, podría instalarse en las áreas de toma de decisiones si no hacemos algo y rápido.

Dejamos, como no había sucedido en 25 años, que en solitario los partidos políticos decidieran candidaturas, no hicimos fuerza desde las posiciones feministas y de mujeres políticas sensibles en los últimos años. Estuvimos ocupadas en perfeccionar “leyes”, ocupadas en la emergencia del feminicidio, haciendo juego a la Alerta, que como he dicho sistemáticamente esta en 83 de los 2 mil 400 municipios, y por momentos esa Alerta se ha convertido en ariete político, sin que vigilemos los sistemas globales.

Al respecto, la Comisión Interamericana de Mujeres de la OEA, al advertir cómo la derecha extrema está instrumentando discursos de odio y fundamentalistas tras el triunfo liberal en Costa Rica, dice : “los discursos de odio y religiosos confunden a la sociedad, promueven inseguridad y total indefensión a las mujeres víctimas de violencia, justifican las discriminaciones y las prácticas nocivas contra ellas, profundizan el machismo y la misoginia, fomentan una cultura de intolerancia que afecta a la convivencia democrática, refuerzan y perpetúan estereotipos y roles de género discriminatorios, y legitiman la violencia contra las mujeres”.

Parece que eso sucede en México. El resultado es lo que dicen y quieren hacer la y los presidenciables. De ello nos hablan sus funestas alianzas conservadoras y no hemos seguido con cuidado el crecimiento de los fundamentalismos, que han desplazado a miles de personas en Chiapas, Michoacán y otras entidades del país.

Encima, para ratificar lo anterior, este miércoles 11 y el jueves 12, los tres candidatos a la presidencia de la República y la candidata independiente “dialogarán” con los obispos de México durante la 105 Asamblea Plenaria de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), donde estarán unos 150 de todo el país.

Se pondrán de acuerdo sobre un tema central: establecer compromisos a favor “del respeto a la dignidad de la vida humana, las familias y las libertades”.

Ya en Costa Rica se transformará el Instituto Nacional de las Mujeres en un Instituto de la Familia; eso pretendió el gobierno de Enrique Peña Nieto al principio de su administración, que entre todas blindamos, impedimos, evitamos. ¿Y ahora? ¿Cómo le haremos?, si no remontamos divisiones absurdas, acusaciones sin fundamento, alianzas con partidos y candidatas ligadas al PES, como en la Ciudad de México.

Cómo se podrá detener este avance, si en las formaciones o frentes políticos está ese discurso y ese plan; cómo hablando de “las mujeres”, “principal interés”, se las ve sólo con sus tareas tradicionales; cómo se anuncia sin respuesta dura y fuerte, que se pondrá a discusión del “pueblo” los matrimonios igualitarios y la interrupción legal del embarazo.

Analizar los discursos a fondo, propuso recientemente la doctora Cecilia A. Delgado Molina, estudiosa de los grupos religiosos y las mujeres que ahí militan.

Explicó el entuerto. Legitimaciones en el discurso, para pensarlo muy bien y a fondo: Partidos políticos y corrupción: legitimidad religiosa, es una cuestión moral, de honradez, de la palabra divina, de dios; o el que va por violencia y construcción de paz, por “falta de valores”, ruptura de tejido social, donde las mujeres han “abandonado sus tareas naturales”. Y algo peor, eso privó mucho tiempo en los países del socialismo real: imposición capitalista; todo lo que tiene que ver con la orientación sexual, el lobby LGBT.

Y algo más grave, las distintas versiones o grupos de defensa de la familia, los valores y contra el “feminismo” y el género, tienen un objetivo común, borran sus diferencias para lograr ser una potencia; se juntan para que cada quien aporte lo que tiene, se intercalan en las clases sociales populares cada vez más cerca de la derecha política. La novedad es el acuerdo de las iglesias evangélicas, que por ejemplo en Brasil representan 40 por ciento de la feligresía. Todas bajo un discurso común: contra la ideología de género.

Así de fácil para entenderlo. Doble lenguaje, doble moral. ¡Cuidado! Veremos.