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Organilleros a punto de desaparecer

La tecnología y la indiferencia de las nuevas generaciones es uno de los principales desafíos que enfrentan

Julio César Zúñiga Mares/Toluca

Fotos: Julio César Zúñiga Mares

Herederos de una tradición cultural que se remonta al último tercio del Siglo XIX, los organilleros hoy en día enfrentan grandes desafíos para subsistir en una época de grandes adelantos tecnológicos y la indiferencia de las nuevas generaciones que escuchan su propia música en alta definición, en sus audífonos, en cualquier parte.

No obstante que hay toda una cultura y una economía detrás de estos artistas en peligro de extinción, la juventud ya no siente cariño por las melodías que salen del organillo, pues para la mayoría representa un aparato obsoleto y sus ejecutantes muchas veces una molestia que hay que hacer a un lado mediante algunas monedas, aunque por muchos años tratando de susbistir, los organillos, las técnicas y hasta las zonas de trabajo les han heredados de generación en generación.

Al respecto Héctor Troncoso López, asegura que este oficio y tradición que aún sobrevive lo aprendió de sus ancestros, todos pertenecientes a la Unión de Organilleros de México y ellos les asignan los lugares. “A nosotros nos asignaron Toluca desde hace 18 años. Esta es una tradición mexicana y en nuestro caso, es también una tradición familiar de varias generaciones que nos enorgullece”, indicó.

Recuerda que su bisabuelo el primer Troncoso organillero que empezó muy joven en esto, les contaba muchas historias de cuando trabajaba por las calles de la llamada “Ciudad de Los Palacios” en pleno Porfiriato, en la época de la Revolución Mexicana cuando los llevaban a alegrar a las tropas, quienes echaban bala y bailaban con las soldaderas al ritmo del organillo. 

“Luego, las serenatas que amenizaban mi abuelo y sus hermanos, quienes cargados de sus antiguos organillos mecánicos de cilindro de madera con púas y puentes de bronce, en el que van registradas ocho melodías, itineraban por la ciudad llevando un repertorio de piezas populares, algunas bailables otras románticas, de amplia aceptación entre el público citadino de los años cincuenta”, agregó.

Sin embargo, reconoce que conforme el tiempo pasa, la tecnología evoluciona y el organillero va perdiendo quórum entre las nuevas generaciones de mexicanos, aunado a que la pandemia pegó tan fuerte en su economía, que lo ha obligado a buscar otros ingresos adicionales para poder sostener a su mujer y tres hijos que debe alimentar.

En eso coincidió José Manuel García Romero, quien junto con su esposa, María de Jesús Arriaga Guevara y su pequeña hija, laboran de 9:00 de la mañana a las 18:00 horas en la esquina de Hidalgo y Villada en pleno centro de la ciudad, entre la indiferencia de la gente y las inclemencias del tiempo, para sacar a duras penas el pago de la renta de un pequeño cuartito y la comida del día con lo que recolectan en sus presentaciones callejeras.

Héctor Troncoso López señala que este oficio lo aprendió de sus antepasados, todos pertenecientes a la Unión de Organilleros de México.