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Opinión


El ultimátum de los tránsfugas

José Antonio Crespo

Es cierto, como se ha argumentado, que alguien que advierte a su partido que si no le dan la candidatura deseada, lo abandonará para buscar en otra trinchera, está expresando al menos dos cosas: poca lealtad a su partido y que su compromiso ideológico es más una fachada para el ascenso al poder. Margarita Zavala ha dicho con todas sus letras que si no la elige el PAN como candidata presidencial, adiós.

 

Más allá de que como independiente pudiera tener pocas posibilidades de triunfo, de cualquier manera, dividiría a su partido y le quitaría buen número de votos. Por lo cual, su amenaza podría surtir el efecto deseado. No hay nada nuevo bajo el sol, es la norma en la política y no la excepción, muchos lo han hecho antes.

Después de formado el PRD, varios priistas que lo hostigaron se fueron a ese partido cuando se les acabó el aire dentro del PRI. Muchos de ellos ocupan cargos de la mayor importancia bajo siglas de “izquierda”.

También han habido panistas que hoy los encontramos en Movimiento Ciudadano o incluso en el Partido Verde. Andrés Manuel López Obrador mandó en 2011 el mensaje, aunque no por su boca, de que si no era candidato por el PRD, lo sería de cualquier manera por el PT, lo que provocaría una ruptura en “la izquierda” (como de cualquier manera ya ocurrió); su amenaza le funcionó.

Al romper con el PRD, no hubo ya necesidad de amenaza, sabía que no obtendría tan fácil la candidatura para 2018 y decidió formar su propio partido. Es una decisión semejante al de quien opta por otro partido o se lanza como independiente.

También Eruviel Ávila envió en 2010 claros mensajes de que si no era candidato a Gobernador, podría irse por la coalición PAN-PRD, y probablemente ganar como había ocurrido en Oaxaca, Puebla y Sinaloa.

Forzó a Peña Nieto a cambiar de candidato y, desde allí, aparentemente, se agrió la relación (por lo que las aspiraciones presidenciales de Eruviel son mínimas, a menos que decida irse también como independiente, aprovechando que está de moda).

Por eso lo de Zavala no debe extrañar a nadie, lo que no significa que éstos y otros ejemplos no hayan significado también actos de deslealtad partidaria. Y ni qué decir del Bronco, si bien no queda claro que haya extendido una amenaza al PRI de abandonarlo si no le concedía la candidatura.

Algo que podría hacerse para aminorar ese fenómeno es legislar a nivel federal, lo que ya ocurre en varios estados (y avalado por la Suprema Corte); que quien quiera irse como independiente lo haga antes del proceso en el que pretende competir.

No es algo que favorezca a la ciudadanía que un militante de partido aparezca de pronto como apartidista por el solo hecho de haber perdido en la contienda interna.

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