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Opinión


IMPULSO/ Mauricio Meschoulam

Traer un sirio a México y cambiar el relato

El pasado lunes, el grupo de chat que mantenemos en el Proyecto Habesha se empezó a volver loco, llovían mensajes desde Ecuador indicando que ciertos documentos, indispensables para la visa de Essa Hassan, apenas llegarían el jueves.

 

Los jóvenes que operan el proyecto que traerá a 30 refugiados sirios para que continúen sus estudios en México habían seleccionado una paquetería que no siempre se distingue por su velocidad o eficiencia. Si me hubieran preguntado, me quejé en mis adentros, yo les hubiera aconsejado utilizar cualquier otra paquetería, no esa, pero claro, les llevo veinte años de experiencia y ellos lo están haciendo lo mejor que pueden. Finalmente, tras un verdadero trabajo de equipo en el que intervino gente como nuestro cónsul en Quito, Enrique Hernández Castañeda, el embajador Francisco Olguín, el maestro Javier Góngora, el doctor Rodrigo Soto, así como la magia del joven Adrián Meléndez y la de todo su equipo, la visa salió a tiempo y Essa aterrizó en México el miércoles.

Creo que ese episodio muestra lo que ha sido este proyecto a lo largo de los pasados 20 meses. Un puñado de jóvenes mexicanos incansables con toda la energía, pero sin experiencia, con todo el empuje, pero sin fondos, enfrentando obstáculos, cometiendo errores y tratando de corregirlos, pidiendo ayuda a adultos con un poco más de conocimiento. Un pequeño grupo de chicos soñando no sólo con rescatar a 30 vidas en medio de la guerra, sino con aportar a la sociedad mexicana un gramo de conciencia global.

Los jóvenes de Habesha me han enseñado que sí es posible cambiar la historia, no necesariamente “la historia”, sino la historia que se cuenta sobre una catástrofe. A su llegada, el joven sirio habla del drama de su país, pero también del proyecto que le trajo al nuestro. En solo 24 horas se redactan al menos una veintena de notas en periódicos y portales de la mayor relevancia. El tema inunda las conversaciones en las redes. Unos, los más, hablan a favor, otros, critican el proyecto o lo acusan de becar a refugiados sirios en lugar de apoyar a mexicanos —ignorando, por cierto, que universidades como la Iberoamericana, la cual está becando varios estudiantes sirios, cuenta desde hace años con sólidos programas sociales dirigidos a nuestros connacionales, mismos que no son afectados en lo más mínimo por la decisión de sumarse al proyecto Habesha-.

Al menos por unos días, la llegada de Essa ha conseguido cambiar la conversación. Ahora no sólo se trata del niño arrasado por las olas en la lejanía, ahora, el drama viene acompañado por la otra historia, la que cuenta las travesías de un grupo de mexicanos en el proceso de ayudar a seres que sufren al otro lado del planeta, pretendiendo gritar a nuestra sociedad que México no es una isla, que las tragedias que ocurren fuera de nuestras fronteras sí importan, que pensar en esas tragedias no es sólo un tema de conciencia humana, sino cuestión de entender que la globalización no es ninguna broma, más aún, que nuestras acciones pueden contar para hacer la diferencia, no por salvar unas cuantas almas, sino porque, al ayudarlas a ellas, en realidad nos estamos ayudando a nosotros mismos.

Twitter: @maurimm

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