Noviembre 19, 2024
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Opinión

NAIM: del disparate y la ignorancia, a la sensatez y la congruencia
IMPULSO/ Óscar Mario Beteta
Del “rayito de esperanza” en que se autoerigió Andrés Manuel López Obrador en otro tiempo, quienes cuestionan su propósito de cancelar el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México lo han encumbrado al nivel de Luis XIV, El Rey Sol. Pero de manera infundada, sin bases y a destiempo. El presidencialismo, forma de ejercicio del poder en México contra el que ha luchado tanto la sociedad e infinidad de organizaciones por años, es reeditado en AMLO al otorgarle un status que aún no tiene y que quién sabe si vaya a alcanzar. Al discutir con él sobre si se debe o no cancelar el magno proyecto del actual sexenio, con todo lo que significa, no se ha hecho otra cosa que revivir las viejas y perniciosas prácticas de la relación gobernantes-gobernados, en que la palabra del presidente era la única que imperaba.
Poner anticipadamente al candidato presidencial de Morena en una posición de la que todavía no goza, parece una disposición innata del mexicano a obedecer y a hacer la voluntad de quien detenta el poder. La oposición que ahora se manifiesta contra AMLO, quizá sea porque aún no es lo que quiere ser. Pero sería grave que, de llegar a serlo, se diera una inclinación a hacer su arbitrio. Eso es lo más peligroso de todo el tema, pues sería el auténtico regreso al pasado del que algunos dicen querer salvar al país y del que todos queremos salir definitivamente.
Por cultura, tradición, costumbre, naturaleza o miedo, casi se rinde tributo a un Tlatoani que apenas estaría en gestación. Si a ese personaje histórico le tributaron pleitesía y honores por su poder mágico-mítico-simbólico-real, con AMLO se empezó a modelar un culto a la personalidad indebido, injustificado en términos témporo-espaciales. Si el siempre repudiado poder de un solo hombre, ese que se sienta en la silla imperial, se le ha conferido a López Obrador sin que sea más que un candidato presidencial, como lo hizo notar el ingeniero Carlos Slim y en lo que al parecer nadie había caído en cuenta, no se le debe dar otro trato, con todo y la ventaja de intención de voto que tiene en las encuestas.
La sumisión puede conducir a la esclavitud de por vida. Con sus continuas referencias y su rechazo a las pretensiones de AMLO, los empresarios, banqueros, calificadoras, el gobierno y sus contrincantes en la liza electoral, no han hecho más que darle pólvora para su estatua. Si actuaron por ignorancia, ceguera, desconfianza o temor, el resultado ha sido muy negativo para ellos e invaluable para el candidato de Morena. Por eso, es previsible que no dejará su cantaleta. Seguir su juego sería totalmente errático. Reconocerlo como a Luis XIV, quien durante 72 años de reinado en Francia dijo: “El Estado soy yo”, parece una desubicación nacional en todas las dimensiones, lamentable para el nivel de conciencia en el que se supone nos ha colocado la “democracia”, antítesis de la autocracia.