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Opinión

IMPULSO/ Ricardo Fuentes-Nieva
Apuestas temerarias

Escribo esta columna desde Londres, donde aún se perciben las consecuencias de la elección general anticipada del pasado ocho de junio. En una decisión sorprendente por arriesgada, Theresa May, a quien se le conoce por su aversión al riesgo, apostó hace nueve semanas a su ventaja de 20 puntos porcentuales en las encuestas y llamó a elecciones anticipadas. May buscaba ganar con holgura un mandato que le permitiera negociar sin ningún obstáculo los detalles de la salida del Reino Unido de la Unión Europea, (Brexit). Al final de la jornada electoral, el partido Conservador ganó el mayor número de asientos en el Parlamento. Fue una victoria pírrica, pues perdió un total neto de 13 parlamentarios y con ello la mayoría absoluta con toda una serie de implicaciones negativas para la negociación del Brexit. La primera ministra May se vio obligada a pedir disculpas a sus colegas de partido por una campaña desastrosa.

Como apuesta política, es difícil imaginar otra peor calculada y con un resultado tan humillante, con excepción de la decisión de llamar al referendo sobre el Brexit en junio de 2016 por el primer ministro, también conservador, David Cameron. Los historiadores lucharán por identificar cuál decisión ha sido peor. La política británica se ha convertido en poco tiempo en una comedia de errores desastrosos —sería gracioso si no fuera tan grave— y cuyo final aún no nos imaginamos.

¿Qué nos dice esta secuencia de malos cálculos y sorprendentes resultados? Se podría considerar un error de esta magnitud como un evento extraordinario, pero dos desaciertos tan sorprendentes en menos de un año nos obligan a reflexionar. El Reino Unido es notable por su apego a la tradición, la estabilidad y su relativo rechazo al cambio, pero ahora parece que se intoxicaron con las sorpresas en las urnas y piden más. ¿Qué ha obligado a una nación tan estable a apostar por tanta incertidumbre?

Los eventos políticos del Reino Unido son una representación de fuerzas presentes en diversas partes del mundo. Por un lado existe una desconexión de la clase política que les impide entender a las sociedades que gobiernan y, por otro lado, aunque relacionado, la ciudadanía ha desarrollado una desconfianza tanto de esta clase política como de las reglas e instituciones de elección. Los políticos profesionales se han alejado tanto del electorado que pueden perder ventajas de 20 puntos en menos de dos meses y no saber por dónde vino el golpe.

La pérdida de credibilidad de los profesionales de la política puede ser muy peligrosa. La posibilidad de que candidatos no tradicionales utilicen los miedos de la población para empujar agendas nativistas, misóginas y discriminatorias aumenta. Pero el peligro más grande está en la pérdida de fiabilidad en un sistema de elección y deliberación que prometía resolver los conflictos de visión, representación e intereses de manera pacífica y regulada. Twitter: @rive_fuentes

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