Diciembre 25, 2024
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Opinión

IMPULSO/ Gabriel Guerra Castellanos
¿El fin de Europa?
En apenas una semana, un país en el corazón y otro en la periferia de Europa habrán decidido si le dan o no la espalda al viejo sueño de integración y unidad continental.
Escribo estas líneas cuando comienzan a fluir los resultados del referéndum convocado por el presidente de Turquía, Recip Erdogan, para transformar fundamentalmente al sistema político de su país y, de paso, acumular tal cantidad de poder que el parlamentarismo cederá el paso a una presidencia ejecutiva, obviamente en sus manos.
Todo parece indicar que la iniciativa del presidente turco ha resultado ganadora, aunque por un pequeño margen que ya es cuestionado por la oposición, mismo que exige un recuento de votos. A menos que se dé una sorpresa mayúscula, una vez confirmado el triunfo de Erdogan, veremos a Turquía no sólo más cerca de un presidencialismo absoluto, sino también mucho más lejos de la democracia competitiva y pro occidental que fue durante tanto tiempo.
Tras décadas de buscar un acercamiento mayor y su integración -en el más amplio sentido de la expresión- a Europa, Turquía toma una nueva ruta en la que muchos de los valores políticos y diplomáticos que había adoptado se quedarán marchitos junto a su fallido intento de ingreso a la Unión Europea. La Turquía de Erdogan será menos plural, menos tolerante, mucho más represora de la disidencia y del separatismo kurdo. Si ya había utilizado el reciente intento fracasado de golpe de estado para limitar libertades sociales e individuales, ahora, Erdogan podrá consolidar su poder y su proyecto, que ya no contempla como antes a Europa.
El país que más se opuso a la entrada de Turquía a la Unión Europea es, paradójicamente, la otra nación cuyos votantes podrían dar una puñalada al proyecto continental. La carrera por la presidencia de Francia, que tradicionalmente sirve de escaparate al híper derechista y xenófobo Frente Nacional, concentra ahora no sólo a uno, sino a dos candidatos que son fundamentalmente opuestos al proyecto europeo.
Marine Le Pen es el rostro “bonito”, maquillado, presentable, de una organización que se alimenta del más rancio racismo francés, le añade un componente nazi/fascista y lo disfraza de defensa de los valores tradicionales. En esta ocasión, suma a su atractivo de siempre dos nuevos factores: el creciente descrédito e impopularidad de la UE y su capital Bruselas por un lado, y el apoyo ruso a la candidatura de la Sra. Le Pen, manifestado no sólo en un encuentro lleno de sonrisas con Vladimir Putin, sino también en el apoyo encubierto a veces y otras descarado de los promotores rusos de los “fake news” en las redes sociales.
Generalmente, no sería motivo de alarma ver al Frente Nacional disputando el primer lugar en las encuestas a etas alturas, ya que el sistema electoral francés de segunda vuelta elimina virtualmente las posibilidades de que gane un candidato o partido demasiado radical.
Twitter: @gabrielguerrac
www.gabrielguerracastellanos.com

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