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Opinión

IMPULSO/ Ivonne Acuña Murillo
Rebelión en el PRD

En lo que va del sexenio, el PRD ha visto sus filas vaciarse. Después del respiro que le dio a su dirigencia la firma del Pacto por México, mismo que le permitió impulsar las once reformas estructurales propuestas por Enrique Peña Nieto y el PRI, el partido que se había colocado a la cabeza de la “izquierda política” mexicana ha perdido a sus principales figuras, su proyecto y el rumbo, esto para convertirse en la sombra de lo que fue y enfrentar el peligro de desaparición, además de una rebelión interna.

Desde sus orígenes, el PRD nació como un partido fuertemente definido por el liderazgo de las figuras que participaron en su fundación, Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Heberto Castillo, quienes le dieron dirección, sentido y plataforma programática. Al mismo tiempo, el partido nació fuertemente marcado por la formación de fracciones, las llamadas “tribus”, las cuales han representado los intereses de los diversos grupos que conformaron al partido desde un inicio.

Estos dos factores, los liderazgos caudillescos y las tribus han contribuido a que a lo largo del tiempo el PRD haya sido incapaz de convertirse en una institución política fuerte donde el rumbo del partido y sus principales acciones quedaran delimitadas por su plataforma programática, su ideario, valores e ideología y no por la voluntad de un líder o los intereses de una u otra fracción. Lo anterior ha contribuido de diversas maneras a lo que se podría denominar “la crisis autodestructiva del PRD”.

Visiblemente la debacle se agudizó con la salida de Andrés Manuel López Obrador, en 2012, con quien el PRD perdió el plan que lo acercaba a sus votantes. La fundación, en 2014, de Morena por AMLO, supuso primero que ambas fuerzas se enfrentaran por los mismos votantes; segundo, que buena parte de la dirigencia del PRD se trasladara a MORENA.

A pesar de lo anterior, algunas corrientes del PRD han intentado reposicionar al partido y hacer las alianzas necesarias, con el PAN por ejemplo, para mantenerse en la competencia política.

Lo cierto es que, desde la firma del Pacto por México, el PRD se ha ubicado en el imaginario ciudadano como una oposición “blanda”, “cómoda”, “a modo”, a esto se suman sus fracasos electorales o sus triunfos a medias, como comparsa del PAN en las elecciones de 2016, en estados como Puebla, Quintana Roo y Veracruz.

Poco a poco el PRD ha perdido su lugar en el espectro político, pasando de ser la tercera fuerza política a nivel nacional, a cuarta fuerza, muy cerca de la llamada “chiquillada”, formada por el PVEM, el PANAL, MC y el PES.

Llegados a este punto, el PRD enfrenta una rebelión al interior de sus filas, en un intento por parte de un número importante de miembros de salvar lo que queda, a pesar del rumbo que la propia dirigencia, principalmente “los Chuchos”, ha marcado para el partido.

Prueba de dicha insurrección es el reciente posicionamiento de Miguel Barbosa Huerta, quien sin abandonar su instituto político se ha declarado abiertamente a favor de López Obrador, como quien debería, en 2018, ser el candidato de todas las izquierdas.

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