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Opinión

IMPULSO/ Marco Vicenzino
Política exterior, aguas inexploradas
Conforme Donald Trump se embarca en su presidencia, Estados Unidos y el mundo se aventuran en aguas inexploradas. Para los optimistas, es el amanecer de una nueva era de grandeza americana. Para los pesimistas marca el inicio del caos.

Muchos realistas optan por la estrategia de esperar a ver qué pasa. Pero una cosa es clara: ciertamente no será una política como la que estamos acostumbrados a ver, pues la poco ortodoxia de Trump acabará con muchas costumbres y prácticas, como sucedió durante la campaña.

Trump tiene la oportunidad histórica de transformar la política estadounidense y la política exterior de EE.UU. durante un periodo extraordinariamente volátil y polarizado tanto al interior del país como al exterior. Un fracaso en aportar un liderazgo constructivo tendrá consecuencias graves de largo plazo para EE.UU. y para el mundo entero conforme avance el siglo 21. Todo está en juego. Es crucial no subestimar la seriedad de los desafíos que se avecinan.

Hasta ahora, Trump ha mostrado posturas claras en asuntos como comercio, atención médica, política fiscal, nominaciones judiciales y migración. Sin embargo, en varios otros frentes, particularmente política exterior, siegue siendo una hoja en blanco. Conforme el mundo atraviesa una transformación geopolítica histórica, el nuevo presidente de EE.UU. debe andar con pies de plomo, en las palabras y en los hechos.

Muchas de las tácticas no convencionales de Trump, ya sea tuitear o sus arrebatos repentinos, podrán haber funcionado durante la campaña. Quizá aún sean populares y útiles para presionar al Congreso a actuar. Tal vez, con el tiempo, más estadounidenses empiecen a tomarlo “en serio, pero no literalmente”. Pero puede que el resto del mundo no lo haga, particularmente potencias emergentes como China.

Contrario a la política nacional, Trump necesita ser más selectivo al elegir sus palabras en el frente de política exterior. La retórica desafiante podría ser excesivamente perturbadora y arriesgada. En geopolítica las palabras frecuentemente importan más que las acciones. No sólo las palabras pueden perderse en la traducción, sino que pueden tener consecuencias dañinas a largo plazo. En particular, pueden generar, con frecuencia rápida y negativamente, percepciones de una amenaza nacional que suelen ser difíciles de revertir.

El reciente cuestionamiento de Trump a la política de una sola China fue un desperdicio fútil de capital diplomático. El hecho de que Taiwán es en realidad una nación soberana es un secreto público que es ampliamente aceptado. No se gana nada al subrayar ese punto y encolerizar a China, que se ha convertido en un país más asertivamente nacionalista bajo el liderazgo de Xi Jinping.

Es esencial mostrar determinación ante China con una retórica responsable y acciones firmes en asuntos como los reclamos territoriales en el Mar del Sur de China. Garantizar la libertad de navegación es indispensable para los intereses de EE.UU., sus aliados y la estabilidad global. Las palabras, por sí solas, no evitarán apropiaciones ilegales de mar o tierra.

Si Trump quiere “hacer grande a Estados Unidos otra vez”, las alianzas y los socios fuertes serán clave. Hoy, los recursos de la nación son más limitados que en el pasado. Manejarlos de manera eficaz con una diplomacia hábil —bilateral y multilateral— será clave para la política exterior de EE.UU. El país no puede actuar solo a nivel internacional, pero sí debe exigir a los aliados que compartan más la carga, particularmente en lo que respecta al pago de las facturas de seguridad. A menos que “parásitos de la libertad” realmente se convierta en un término del pasado, las alianzas de EE.UU. no sobrevivirán a largo plazo.

En política exterior, el mayor activo de Trump podría ser su pragmatismo, que emana en gran medida de su experiencia empresarial. No está atrapado en un cajón ideológico como muchos en Washington. Pero la política no se hace al aire, ni a través de las visiones drásticamente contrapuestas que han surgido en el equipo nacional de Trump.

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