Diciembre 25, 2024
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Opinión

IMPULSO/ Fausto Hernández/Arena Pública
El aumento del precio de la gasolina
Las redes sociales han estallado contra el aumento del precio de la gasolina, algunos suelen comparar nuestro precio con el de los EE.UU., comparación que resulta completamente inadecuada, debido a que EE.UU. es el claro ejemplo de lo que no se debe hacer en materia de cambio climático, el que menos colabora en este sentido en el mundo avanzado.
Muchos otros países, sobre todo europeos, tienen un precio muy superior al nuestro, ello se explica fundamentalmente por el impuesto con el que se grava su uso sobre, todo por medio de la circulación de automóviles, el que ocasiona, entre otras cosas, contaminación, accidentes y congestión (es decir, aumento de improductividad).
De hecho, por varios años la gasolina se subsidió en nuestro país. En aquél entonces, los titulares de la prensa eran: “se subsidia el uso de las Hummers de ocho cilindros”, afirmación que llamaba no solamente a la terminación del subsidio sino a la introducción de un impuesto que pagaran los que usaban vehículos con ocho cilindros.
No es trivial calcular el impuesto óptimo que internalice la contaminación, congestión y accidentes viales (con las consecuentes muertes) que ocasionamos los que circulamos por las avenidas mexicanas.
Mi colega Arturo Antón y un servidor utilizamos una novedosa metodología desarrollada expresamente para ello para estimar ese costo social (y que se utiliza en Europa). Nuestro resultado arrojó un impuesto de 71 centavos de dólar por litro de gasolina. Esta cifra constituye un punto de referencia para conocer realmente el precio privado más el social de la gasolina.
No obstante, la introducción de ese gravamen, en caso de que se diera tendría que darse como parte de una reforma fiscal y social más amplias.
Los europeos lo introdujeron como parte de una reforma fiscal y social integral, y en coyunturas adecuadas que favorecían su aprobación. Así, este tributo fue parte de una reforma más profunda que incluyó entre otras cosas, reducción de ISR-PM, incremento de impuestos indirectos así como de otros impuestos verdes como el destinado al carbón.
Pero más importante aún fue para financiar un proyecto de nación: la preservación de sus sistemas de seguridad social universal que se encontraban en peligro por su viabilidad financiera.
Es cierto, la gasolina en esos países es cara, pero la desigualdad y la pobreza es baja gracias a un sistema de seguridad social universal, transparencia, eficiencia de gasto público, muy bajos niveles de corrupción, y más aún, se cuenta con alternativas viables de transporte público.
Nuestro gobierno importa frecuentemente el argumento de comparativos internacionales de manera parcial. Se introduce un impuesto a la gasolina argumentando que en Europa se cuenta con uno, pero no repara en que ello fue parte de una reforma más integral para defender el proyecto de nación en esos países que les ha dado resultados a lo largo de su historia, y no para financiar corrupción, mala administración e incompetencia que caracterizan a nuestro sector público. El problema de México es que utiliza parcialmente los comparativos (basta mirar cómo se defendió la reforma fiscal de 2014).
En adición, el precio de la gasolina sube en México porque se liberaliza en un ambiente de aumento del precio del crudo y en uno de fuerte y abrupta depreciación cambiaria.
Estos dos aspectos explican la subida y eran perfectamente previsibles al momento de la “venta” de la reforma energética (el segundo, de la depreciación era una consecuencia natural del sobreendeudamiento de la administración peñista, como se dijo en una columna anterior de este espacio) y aún así, de manera inocente, nuestro gobierno advierte menores precios en el momento de su promoción, en 2013.
: La depreciación del peso afecta negativamente a la gasolina porque buena parte de ella la importamos, pues no la refinamos en el país.

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