IMPULSO/ Manuel Clouthier
Así iniciamos 2017
Así iniciamos el 2017, el cual se presenta como uno muy complejo en materia económica para nuestro país. El elemento característico del año entrante será la incertidumbre, mientras, como sabemos, el mejor lubricante de la economía es la confianza.
Son muchas las advertencias que la soberbia gubernamental ha desoído: déficit público y su correspondiente deuda pública, la alta dependencia de los ingresos petroleros, pésima calidad del gasto público, tanto en el qué como en el cómo, la crisis de credibilidad del Gobierno, la crisis política y de gobernabilidad, la espeluznante corrupción en el Gobierno federal y los gobiernos estatales, el abuso impune de los gobernadores, la violencia y el dominio territorial del crimen organizado ante la ausencia o la complicidad del Estado, la represión oficial contra la libertad de expresión a los periodistas y la abismal brecha de desigualdad.
Hoy, todo esto hace crisis ante la caída en los precios del petróleo, el aumento de las tasas de interés de la FED, el triunfo de Trump en Estados Unidos, la renuncia de Carstens al Banco de México, por mencionar sólo algunos factores de riesgo. Ya el primero de septiembre de 2015, al iniciar la 63ª Legislatura federal y dar mi posicionamiento, señalé que si al final del sexenio se llegaba a una deuda pública de 50% del PIB, podríamos calificar a este Gobierno como irresponsable.
El pasado 19 de diciembre, en el Foro IMEF que se realizó en Guadalajara, Meade y Carstens reconocieron que la deuda pública “ha aumentado por arriba de lo planeado” y que ésta alcanzó un nivel de 50% como proporción del PIB. Señalan que esto se debe al tipo de cambio, el bajo crecimiento del PIB y a recursos públicos transferidos a Pemex y CFE. Pero los funcionarios económicos nos dicen verdades a medias porque no nos dicen que la deuda pública se debe al déficit público y que todo déficit debe ser financiado.
El déficit público de este sexenio es porque el Gobierno federal ha gastado más de lo que ingresa y si quieren convertir el déficit en superávit o déficit cero, es decir, finanzas públicas en equilibrio, el Gobierno federal debe incrementar sus ingresos o reducir sus gastos, o ambos. Sin embargo, es el propio secretario de Hacienda, José Antonio Meade, quien en el evento del IMEF nos dice que, por lo pronto, el Gobierno no visualiza recortar el gasto.
También nos dice Meade que la deuda pública mexicana es manejable y administrable, ESTO comparado con el nivel de deuda de países de la OCDE, o sea que el titular de la SHCP reconoce que México es irresponsable, pero no tanto como los otros gobiernos de los países de la OCDE.
Yo le pregunto al secretario José Antonio Meade: ¿hasta dónde es válido que una administración federal agote el margen de maniobra del Gobierno llevando el endeudamiento al límite en un sexenio?, ¿se vale? La idea del “presupuesto base cero” que nos planteó el entonces secretario Videgaray, que fue otra mentira más del gobierno de EPN, debe ser retomada. Urge priorizar el gasto público y alinearlo con las prioridades nacionales.
Si tomamos la idea de José López Portillo de fraccionar el sexenio en tercios de dos años, diríamos que los primeros dos años de EPN se veían esperanzadores, el “Mexican momento”. El segundo tercio ha sido catastrófico, tenemos al Presidente más devaluado de la historia del México moderno.
El Gobierno federal debe dejar de pensar en elecciones y ponerse a trabajar a favor de la sociedad. El resultado electoral será consecuencia de hacer las cosas bien. Aunque hasta hoy es claro que no lo ha hecho bien.
Los mexicanos iniciamos 2017 con aumentos a las gasolinas, aumento en las tasas de interés y en el tipo de cambio. Estos tres elementos tendrán un impacto generalizado en los precios. Igualmente, se espera una desaceleración de la economía, que repercutirá también en los bolsillos de los mexicanos.
Pero el sexenio todavía no se acaba, le falta el último tercio, los últimos dos años, y tiene mucho por hacer en demasiados rubros en los que mantiene un gran pasivo con la sociedad.