Carlos Sánchez/Arena Pública
Vuelve Ronald Reagan: Trump promete una revolución fiscal
Proteccionismo, control de la inmigración y fuerte rebaja fiscal, éstos son los ejes del programa electoral de Trump
El nuevo Presidente de Estados Unidos ha prometido “la mayor revolución fiscal en el país desde el ex presidente Ronald Reagan”. Pero el margen de maniobra es estrecho. Entre otras cosas, porque la monetización del déficit fiscal a través de una política monetaria más expansiva es ya prácticamente imposible.
La Reserva Federal ha quemado casi todos sus cartuchos y un déficit aún mayor podría llevar al país a una nueva recesión. Sin olvidar la guerra de divisas que se avecina si Trump cumple sus promesas. Y todo ello, como Reagan, con la promesa de rebajar el abultado endeudamiento público (cerca de 19 billones de dólares).
Trump, de hecho, pretende llevar adelante un amplio plan de inversiones públicas para crear empleo, lo que le ha hecho ganar muchos votos.
Es decir, un programa clásico de reconstrucción nacional -pese a que la tasa de paro se sitúa por debajo del 5% y que ha sido la columna vertebral de su campaña. Aunque, al mismo tiempo, plantea llevar a la Constitución de Estados Unidos el equilibrio fiscal en los presupuestos federales.
El nuevo inquilino de la Casa Blanca -que ha prometido una auditoría de la Reserva Federal y, en particular, del funcionamiento del comité de mercados abiertos (FOMC)- siempre ha denunciado que el renminbi chino está infravalorado y que la solución pasa por fortalecer el dólar para abaratar las importaciones, imponiendo aranceles a los productos chinos.
Trump, como Clinton, se dirige a la clase media, la misma que ha visto recortados sus derechos y sus salarios por la competencia exterior, lo que explica que en campaña el magnate dejara bien claro que corren malos tiempos para los tratados internacionales de comercio exterior.
En particular, el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (con Asia y algunos países latinoamericanos de la costa oeste) y el TTIP, el acuerdo que se negocia con la UE y que ha recibido una cornada de muerte. También el NAFTA, el pacto con México y Canadá que será revisado si Trump cumple su palabra.
En definitiva, una vuelta al proteccionismo liquidando los procesos de globalización hegemónicos desde los años 90. “Tengo un objetivo fundamental, quiero que los trabajos y la riqueza se queden en E.UU.”, ha asegurado durante casi dos años de campaña el nuevo Presidente estadounidense.
La propuesta fiscal de Trump se basa en una rebaja de la presión fiscal en el Impuesto sobre la Renta, aumentando todo tipo de deducciones para las clases medias, pero también una menor presión fiscal para las empresas.
Y plantea, en concreto, rebajar el tipo del Impuesto de Sociedades desde el 35% al 15%. En el caso del IRPF, los tipos impositivos pasarán de siete a tres (12%, 25% y 33%) y el gravamen máximo pasará del 39,6% al 33%.
Trump, eso sí, discrimina en su programa electoral la situación de los trabajadores públicos y de los privados. De los primeros, dice que son unos privilegiados por sus salarios y sus pensiones.
Y en el marco de ese proteccionismo, lo que propone es la creación de un impuesto de 10% a los miles de millones de dólares “que las empresas estadounidenses tienen estacionados en el exterior”.