Diciembre 25, 2024
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OGM, Organismos Genéricamente Monetizados

Bárbara Vega/alumna IBT/Tec de Monterrey, Toluca

Con todos estos nuevos regímenes alimenticios, nos hemos vuelto consumidores precavidos o hasta hipocondriacos. Que si tiene gluten, que si es vegano o vegetariano, que si es orgánico… hasta el punto en que incluso el agua y la carne deben etiquetarse como “libre de gluten”. Pero casi se ha olvidado otro de los temas de actualidad en el desarrollo de alimentos: la modificación genética.Parece que el debate constante sobre los alimentos transgénicos y si tenemos derecho o no a saber sobre ellos se ha matizado por esta cuestión, no como una especie de cortina de humo de las corporaciones, sino más bien como un tema más que está presente, ése que ha sido tomado como un ejemplo perfecto de debate en secundarias, preparatorias y diversas disciplinas y áreas, por el cual se han asaltado laboratorios, robado conejitos, ganado demandas con sobornos y confiscado cultivos de maíz a inocentes, todo por parte de los extremistas en contra o a favor de los OGM. Pero, fuera de las ventajas y desventajas más claras de estos alimentos (y, al parecer, de los partidarios a favor o en contra), ¿qué nos dice la ciencia, la ley y el control de calidad al respecto? Antes que nada, un organismo transgénico o genéticamente modificado (OGM), al tener uno o varios genes nuevos de otras especies, adquiere propiedades gracias a las proteínas nuevas o RNA´s que es capaz de sintetizar. Ya se ocupan bacterias y hongos con estas características para producción de fármacos a gran escala, siendo el primero y uno de los principales la insulina para diabéticos. Pero existen diferencias sustanciales, algunos organismos simples tienen la capacidad natural de transmitir información genética entre ellos y no los estamos ingiriendo. Las plantas y animales modificados, para su consumo (al igual que cualquier alimento), deben pasar pruebas de toxicidad que aseguren que no causen efectos negativos al ser procesados en el organismo, ni a corto ni a largo plazo, lo que regula la COFEPRIS en nuestro país, que a su vez hace uso de los protocolos de la FDA (Food and Drugs Administration) de EE.UU. por los escasos protocolos legislativos al respecto que existen y por su uso mundial. Por esa parte, se puede estar seguro de que la comida transgénica no causará nuestra muerte (al menos no si masticamos bien), aunque no garantiza nada acerca del uso adecuado de pesticidas, que además se regulan de otra manera. Por otra parte, aunque parezca que la biotecnología alimentaria es sólo para los científicos malvados que escriben para columnas periodísticas en su escaso tiempo libre y buscan dominar el mundo, en realidad, la creación de transgénicos como el tomate flavr sabr es muy beneficiosa, permite evitarle pérdidas tanto a los productores como a los vendedores y consumidores del mismo, pues dura más tiempo. Otros OGM ayudan a los agricultores a obtener mejores rendimientos e incluso les permiten introducir cultivos o criar animales en lugares originalmente no aptos por su clima, latitud, etc.
Entonces, ¿los transgénicos están para salvar al mundo y no presentan ningún riesgo?, pues, dado que la investigación está principalmente en manos de las industrias y su principal objetivo es ganar dinero, no se han llegado a medir todos los riesgos o se introducen nuevos. Hay problemas con el balance ecológico si se eliminan las plagas, que eran alimento de aves, así se va escalando en la cadena alimentaria. Además, el hacer una planta resistente a pesticidas no quiere decir que las toxinas de los mismos no queden impregnadas, sólo que la planta no morirá con ellas y podrá pasar a su siguiente consumidor. Tienen el potencial de ser de ayuda en zonas de escasos recursos, pero las empresas no tienen tiempo de discutirlo, van a lo que van.
Hay un último detalle que por alguna razón no ha sido muy mencionado por los movimientos anti-OGM, ni tratado por los pro-OGM, investigaciones realizadas con el maíz resistente a plagas MON810 en el Instituto Nazionale di Ricerca con ratones indican que se puede desarrollar la producción de una nueva proteína alergénica y pueden aumentar el número de anticuerpos IgE e IgG, siendo el primero común en alergias y el segundo el tipo más encontrado en el cuerpo, además de alterar el número de linfocitos B, un tipo de glóbulo blanco. Aunque también, al ser resistentes a varias especies, tienen menos micotoxinas, (aquellas toxinas producidas por hongos, bastante peligrosas) que los alimentos no modificados. Asimismo, parece haber ciertos efectos de cambio en la flora intestinal, no particularmente positiva o negativa.
Por ahora, parece que los transgénicos alimentarios son, más que nada, un producto vendible con un buen desarrollo científico, pero es hora de comenzar a ser creativos con la investigación de sus efectos y su potencial. Si no es así, el desarrollo de los mismos seguirá sobrepasando la regulación y se nos escapará tanto lo positivo como lo negativo de los mismos. No es cuestión de ventaja, sino de hechos.

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