IMPULSO/ Agencia SUN
Ciudad de México
Hoy se debe hablar de obesidades y no de obesidad, pues su diagnóstico y tratamiento dependen de factores como la edad de inicio, el grado en que se encuentra, las comorbilidades y las incapacidades físicas, psicológicas y sociales que la ocasionan, afirmó Juan Pablo Méndez Blanco, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
En México, destacó, este problema se ha incrementado considerablemente en las últimas décadas; hasta 2016, el 70% de la población tenía sobrepeso u obesidad.
En la actualidad, sostuvo, estas enfermedades son un reto para la salud pública del siglo XXI, porque padecerlas no sólo incrementa el riesgo de tener diabetes, hipertensión arterial, coronariopatía, accidentes cerebrovasculares, embolismo pulmonar, enfermedad de riñón y trombosis venosa profunda, también se asocian a la aparición de varios tipos de cáncer como el de mama, esófago, riñón, endometrio, ovario, tiroides, hígado, vesícula biliar, páncreas, colon y recto, además del adenocarcinoma y mieloma múltiple.
En la conferencia “Las obesidades: enfermedades de diagnóstico sencillo y difícil manejo”, el también responsable de la Unidad de Investigación en Obesidad de la Facultad de Medicina destacó que la piedra angular en el tratamiento es un cambio de actitud hacia la comida y la vida, pues los medicamentos que existen en el mercado para disminuir de peso “tienen efectos adversos, la pérdida de kilos es poco significativa y el peso se recupera fácilmente al suspender los fármacos”.
Las obesidades se deben manejar con un tratamiento médico, nutricional y muchas veces psicológico y psiquiátrico; esto llevaría a tener una pérdida mayor al 10% cada año, remarcó.
“No existe una píldora mágica. En la atención de este problema la intervención dietética es fundamental. Si alguien hace dieta revierte un mal balance energético y entonces empieza a mejorar el peso”, dijo en el evento realizado en el marco de las actividades del Seminario Permanente Obesidad y Diabetes del Programa Universitario de Alimentos (PUAL).
“La mejor dieta debe ser continua y bien hecha. Los pacientes deben entender que llegar al peso deseado no es cuestión de uno o dos meses, sino de años, por lo que revertir la obesidad llevará tiempo.
“Yo recomiendo el esquema 21V: 21 porque es el promedio de comidas que hacemos a la semana. Todos, aún las personas delgadas, incumplen su dieta habitual algunas veces; entonces, si tenemos 21 comidas y transgredimos una o dos, no pasa nada, podemos compensar en las demás, el problema es cuando comemos normal en 10 y fallamos en 11”, subrayó.
La “V” se refiere a la ingesta de verduras. “Si alguien come ocho quesadillas, pues mejor que le baje a cuatro y combine con lechuga, apio y jitomate; eso hará que disminuya paulatinamente de peso”.
Sin embargo, resaltó, el verdadero reto no es bajar muchos kilos, sino mantenerse; de este modo tendremos menos años con obesidad e hipertensión, dislipidemias, diabetes tipo 2, eventos cardiovasculares y cerebrovasculares.
Los casos exitosos son de quienes tienen actividad física, un patrón de alimentación constante y, sobre todo, de las personas que hacen cambios conductuales, aunque para esto es trascendente el apoyo familiar y social, expuso en el auditorio José Luis Sánchez Bribiesca de la Torre de Ingeniería.
En su oportunidad, Carlos Labastida, coordinador del PUAL, consideró que la prevención del exceso de peso requiere de acciones integrales, coordinadas entre el gobierno, organizaciones comunitarias, escuelas, familia, profesionales de la salud y académicos.
“Las instituciones de educación superior también tenemos participación, pues la obesidad y el sobrepeso pueden prevenirse con base en información técnica y científica. Por ello, en la UNAM se realizan múltiples actividades de investigación y de extensión sobre este tema, además de contar con una sólida planta académica especializada en el estudio de estas enfermedades”, concluyó.