Septiembre 18, 2024
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Nuestras influencias musicales

IMPULSO/ María Guadalupe Colín Romero

Galería acústica

Entre las actividades culturales que se desarrollaron en la capital mexiquense con motivo del “Año Dual México-Alemania”, el Teatro Morelos fue la sede de una distinguida presentación de la Orquesta Filarmónica de Toluca “OFIT”; ello padeciendo la ausencia del maestro Gerardo Urbán y Fernández, aunque compensada por la ejecución del director saltillense Natanael Espinoza, quien deleitó a los presentes con la “7ª sinfonía en La Mayor” de Beethoven, seguida de “Maximiliano y Carlota” y finalizando el concierto con el “Huapango” de Moncayo.

Derivado de esta actividad surgió la incógnita ¿de qué se trata esto del año dual? Lo descrito por las fuentes oficiales del Gobierno de la República es que, cuando aún Enrique Peña era candidato a la Presidencia, él y la canciller alemana Angela Merkel acordaron fortalecer lazos culturales, así como compromisos políticos y económicos; resultando Peña jefe del Ejecutivo nacional, este año se consolida con esa denominación.

Indagando, uno de los primeros personajes de nacionalidad alemana que influyó en el contexto del México de la conquista fue el geógrafo y estadista berlinés Friedrich Wilhelm Heinrich Alexander Freiherr von Humboldt, mejor conocido como Alexander von Humboldt (que da nombre a infinidad de vialidades), la importancia radica en que como científico publicó estudios en Europa respecto a la comunidad mexicana, esto derivado del establecimiento de los españoles tierras aztecas. La historia cuenta que, para poder refutar sus anotaciones, se embarcó en un viaje donde conoció varias regiones del nuevo continente, arribando al puerto de Acapulco en 1803, de lo que resulto un trabajo extenso titulado “Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente” (como dato curioso, mencionaré que durante su travesía en nuestro país pudo elaborar un diseño cartográfico que posteriormente el Gobierno estadounidense utilizaría para fines bélicos que resultarían en la reducción del territorio mexicano).

Es así que, desde la instauración de la Nueva España, los primeros mexicanos tuvieron que recibir oleadas de nuevas tradiciones sociales y culturales, las cuales, primeramente, fueron híbridos de la influencia indígena, de los esclavos africanos y, por supuesto, de los colonizadores españoles, quienes contaban con arraigados dominios árabes. Respecto a la influencia alemana, las primeras colonias fueron invitadas por el entonces emperador Maximiliano, ocupando el territorio del Estado de Campeche en las primeras décadas del siglo XIX.

Cronológicamente, desde principios de 1800, algunas de las influencias musicales que hemos recibido de la producción europea exportada desde Alemana comienzan con la creación de los compositores barrocos como Johann Sebastian Bach o los italianos Antonio Vivaldi y Claudio Monteverdi, los clasicistas, representados principalmente por el originario de Viena, Wolfgang Amadeus Mozart, así como miembros del romanticismo, personificado con Ludwig van Beethoven o Felix Mendelssohn, además del austriaco Franz Peter Schubert, del astro-húngaro Franz Liszt y los franceses Fryderyk Franciszek Chopin y Louis Hector Berlioz.

El principal representante del barroco, descendiente de músicos e intérpretes alemanes, Bach, nació en Leipzing Alemania en 1685, a pesar de ser un prolífico y consumado compositor, la historia musical llegó a dejarlo a la sombra (a pesar de la admiración que tanto Amadeus como Beethoven le profesaban). Entre sus piezas más celebres se mencionan los “Seis Conciertos de Branderburgo”, “las Dos Pasiones”, “Misa en Si Menor” o el “Oratorio de Navidad”. La decadencia musical vino a partir de un padecimiento de cataratas que le produjeron ceguera. Murió en 1750 dejando una descendencia de 20 hijos, de los que algunos dieron continuidad al legado musical.

Pocos años después del fallecimiento de Bach en 1756, nace en Viena el genio musical Wolfgang Amadeus Mozart (Joannes Chrysostomus Wolfgangus Theophilus Mozart) descendiente, por una parte, de políticos y, por otra, de músicos (hijo de un violinista de la corte) demostró una temprana destreza para la ejecución musical al igual que su hermana, quien a los 10 años fuera su maestra de piano. Desde pequeño, por decisión paterna, el pequeño Mozart ya daba recitales en ciudades como Munich, Viena, Frankfurt o Paris; después de varios años de viajes, logró su consolidación musical, esto al pasar por situaciones difíciles como la muerte de su madre, la falta de un mecenas, su inmaduro matrimonio, lastimado aún más con fiestas estrepitosas y las constantes etapas de embarazos (siete hijos), luchando contra la miseria y la deteriorada salud materna. Con “Las bodas de Figaro” (1786), basada en la comedia del dramaturgo francés Pierre-Augustin Caron de Beaumarchais, Mozart sufré un descalabro profesional más, debido a que la opinión publica descalificó esta ópera por atentar en contra de los privilegios de la nobleza, además de que no se descartan acciones derivadas de la envidia de músicos de su época; a pesar de todo esto, actualmente, esta pieza es considerada una de sus composiciones más importantes. El joven maestro falleció el cinco de diciembre de 1971, según una de las versiones, fue mientras trabajaba en su “Réquiem”.

El periodo correspondiente a la transición del “clasicismo” al “romanticismo” nos heredó la obra de quizás el músico clásico más popular: Ludwig van Beethoven, nacido un 16 de noviembre de 1770 en la ciudad de Bonn, Alemania, descendiente de un abuelo con reconocimiento en las artes, a diferencia de su padre, que era alcohólico y que por esta situación la familia (conformada por cinco integrantes) padeciera pobreza y violencia intrafamiliar. Beethoven comenzó su instrucción musical en su niñez influenciado por la obra de Bach; a pesar de no respetar las reglas de etiqueta y de simpatizar con temas liberales (para la época), a diferencia de Mozart, contó con la empatía de mecenas y amistades que lo ayudaron a consolidarse como un artista de renombre. Los problemas depresivos del compositor alemán fueron, como ya es conocido, a partir de los primeros síntomas de la sordera, problema médico que lo alejó de la producción músical y de un romance con su alumna, la condesa Giulietta Guicciardi, a quien le compusiera la sonata “Claro de Luna”; varios historiadores coinciden en que, a pesar del diagnóstico médico, el periodo más prolijo de Beethoven fue entre 1802 y 1815, probablemente su obra se vio enriquecida por las relaciones personales no consumadas en las que se vio envuelto, ya que, después de la condesa, la aristócrata Josephine von Brunswick fue por poco el motivo de un intento suicida; años más tarde, nos encontramos con el triángulo amoroso con las hermanas Josephine y Therese von Brunswick, en el que hubo la propuesta de contraer matrimonio con alguna, que por oposición familiar no fuera permitido, lo que inspirara al compositor para crear la Sonata “Op. 78” (para Therese). A parte del dolor y los desencuentros amorosos, una de las fuentes de inspiración para el alemán fue el propio Napoleón Bonaparte, creando así las sinfonías: “Quinta”, “Sexta”, “Séptima” y “Octava”. Después de este éxito, atravesó de nueva cuenta por otra situación amarga, la muerte de su hermano, quien le dejaba la custodia de un hijo cargado de problemas legales y financieros con la madre del sobrino, lo que afectaría al genio musical para aislarse aún más de la sociedad y de su arte, siendo la “Novena sinfonía” (con letra de la Oda a la alegría de Schiller en 1824) uno de sus últimos trabajos. Para el 26 marzo de 1827, yacía el gran Beethoven en su lecho de muerte.

Y así podría continuar enumerando (e investigando) acerca de la influencia que hemos recibido de los alemanes, misma que sin duda han fortalecido nuestro contexto actual, pero prefiero retomarlo para una segunda parte, para abundar también en la producción artística en otros rubros como la fotografía de Guillermo Kahlo o la obra de B. Traven, por citar algunos.

Cronológicamente, desde principios de 1800, algunas de las  influencias musicales que hemos recibido de la producción europea, exportada desde Alemana comienza con la creación de los compositores barrocos como Johann Sebastian Bach o los italianos Antonio Vivaldi y Claudio Monteverdi…”

María Guadalupe Colín Romero,

Columnista.

 
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