Enero 26, 2025
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NO PERDAMOS LA CAPACIDAD DE ASOMBRO

Para Platón el grado más bajo del saber es la “doxa”, la opinión hecha por conjeturas o carente de verdad. Para su tiempo era importante distinguir entre la vía de la verdad y la vía de la opinión. Criticaba, a quienes hacían del falso conocimiento y de la apariencia de sabiduría un medio de lucro personal o de ascendencia social. En nuestro contexto actual, es sorprendente ver cómo muchos ciudadanos hemos perdido la capacidad de asombro y la sensibilidad ante lo que no es correcto, justo y verdadero; toleramos entre los nuestros o en los gobernantes, actitudes que no corresponden al bien común.

Así, no solo normalizamos la violencia, sino hasta la justificamos. Nos acostumbramos a altas tasas de homicidios, feminicidios, robos y el poder de la delincuencia organizada hasta termina siendo anhelado por algunos de nuestros jóvenes.

Con tantos pendientes que tiene el país por combatir: pobreza, inseguridad, pandemia, violencia intrafamiliar, tasas de desempleo, precariedad laboral, etc., las prioridades de quien nos gobierna marchan por derroteros contrarios. Por ejemplo, es más importante hacer una consulta pública, que dar resultados tangibles. Es mejor el “show político”, que aplicar tajantemente lo que dice la Carta Magna y someter a juicio político a los gobernantes en turno o en retiro y punto.

A nivel personal o político, no importa si para conseguir un fin se tiene que pasar por encima de otro, realizar una acción deshonesta o traicionar con tal de obtener un beneficio, total la justicia se le deja al ser divino.

Nos encontramos ante una crisis en la capacidad de pensamiento y de cuestionamiento, de análisis y de reflexión. Hay mucha “información” que se difunde y se convierte en el parámetro de la “verdad”. Ni jóvenes ni adultos se detienen a poner un filtro, a verificar la fuente. No, porque nos pesa hacer un análisis crítico de la información recibida. Inclusive, los propios discursos políticos no se cuestionan, pocas veces son motivo de análisis, crítica o exigencia social.

Esto nos ha traído como consecuencia que seamos una sociedad sumisa y tolerante; una sociedad que olvida el pasado y se queda sin memoria, haciéndose cada vez más vulnerable y contra la cual se pueden cometer injusticias una y otra vez.

Lo más grave, es que los principios éticos están dejando de ser inmutables y se vuelven transitorios cuando cada uno los aplica a sus conveniencias, cuando no podemos olvidar que son universales y absolutos; gozan de existencia propia y son aplicables a todos los seres humanos en toda circunstancia y lugar. Entonces, no perdamos de vista la grandeza de ser persona y empecemos a pensar en el otro, pero no para usarlo, sino para restituir este tejido social tan deteriorado. Sin esperar que sea desde arriba donde se empiece a hacerlo.

Es una realidad que, la dignidad, para muchos se ha convertido en una palabra vacía que nos lleva a justificar cualquier medio, ético o no para alcanzar un fin deseado. No perdamos la capacidad de asombro ante el mexicano que sufre, porque en este país son muchos los que lloran.

Sí, el obrero o empleado que se tiene un sueldo irrisorio; el pequeño o mediano que perdió todo y tuvo que despedir a sus trabajadores; el que no consigue empleo por más que lucha; el que se ha preparado y no se le brinda oportunidad; el que nació en la pobreza y pareciera que morirá en ella; en fin, la lista es interminable y no he mencionado a los que han sido víctimas de un delito. No perdamos la capacidad de asombro y veamos como “normal”, lo que no puede ni deber serlo.