IMPULSO/ Edición Web
Washington, EU.
Michael Cohen, el exabogado y hombre para todo del presidente Donald Trump durante una década, concluyó este miércoles su giro de 180 grados contra el que fuera su jefe, acusándolo de ser un “racista”, un “estafador” e insinuando que participó de delitos criminales incluso cuando ya estaba en la Casa Blanca.
Durante más de siete horas, Cohen, condenado a tres años de cárcel por fraude bancario, delitos electorales y mentir al Congreso, se dedicó a relatar muchos episodios ya conocidos, pero que, por ser dichos por alguien del círculo cercano al presidente y bajo unas condiciones concretas, sirvieron para certificar su posible veracidad. “Ya no estoy protegiendo al señor Trump nunca más”, dijo como justificación de que, ahora sí, está contando la verdad.
Como, por ejemplo, que Trump supo de antemano que WikiLeaks iba a filtrar correos electrónicos del Comité Nacional Demócrata durante las elecciones de 2016, gracias a una información de su confidente Roger Stone.
O que el presidente estuvo enterado en todo momento del pago de dinero a una actriz porno, Stormy Daniels, para callar una supuesta relación extramatrimonial. Para corroborar eso presentó un cheque con el reembolso proveniente de la cuenta personal de Trump, firmado en una fecha en la que ya era presidente de EU. La actriz dijo estar “orgullosa” de Cohen por “haber comenzado a decir la verdad sobre lo que hiciste”.
No hubo grandes revelaciones, en un evento donde los demócratas trataron de penetrar en la vida diaria de Trump y los republicanos minar la credibilidad del testimonio de Cohen, que siempre estuvo en entredicho, dado que él mismo confesó haber mentido en numerosas ocasiones; sin embargo, ahora está en una posición de vulnerabilidad, a dos meses de entrar en prisión, sin la pleitesía leal a Trump y con el miedo de que, si volviera a mentir bajo juramento, la pena sería mucho más elevada.
El evento recordó a audiencias como las de James Comey, exdirector del Buró Federal de Investigaciones (FBI), seguido por muchos (al menos en Washington) hasta el punto que bares abrieron desde por la mañana y crearon cócteles especiales para la ocasión. Cohen, siempre manteniendo un perfil medio apagado, dejó caer que Trump habría cometido algún “acto ilícito o ilegal” que no ha sido debatido todavía, alegando que se está investigando actualmente. Además, dejó la puerta abierta a que Trump estuviera comprometido con Rusia antes de las elecciones.
También contó en cierta medida cómo era el día a día de trabajar con Trump, a quien presentó como alguien sin escrúpulos que, en la década que trabajaron juntos, le obligó a amenazar a gente más de 500 veces, incluyendo universidades y la secundaria donde estudió el magnate si esas instituciones publicaban sus calificaciones. También dijo que tachó a los afroestadounidenses de “estúpidos”. Y acotó: “Trump se postuló [a la presidencia] para hacer crecer su marca, no a nuestro país”.
“Seguí ciegamente sus peticiones. Mi lealtad al señor Trump me ha costado todo”, confesó, y se declaró “avergonzado por mi debilidad y mi lealtad inapropiada”. El cambio de posición, la pérdida de la lealtad, dijo que se produjo cuando vio la cercanía de Trump a Putin en la cumbre bilateral en Helsinki el año pasado, que se añadió a la tibia respuesta del presidente al incidente en Charlottesville donde supremacistas blancos mataron a una joven.
Cohen terminó su comparecencia expresando un temor: que, en caso de que Trump pierda la reelección en 2020, “no vaya a haber un traspaso de poder pacífico”; así como dijo que ha “denigrado” el cargo de presidente con sus actuaciones. Antes de la comparecencia, el mandatario, quien se encuentra en Vietnam, acusó vía Twitter a Cohen de haber hecho “cosas malas no relacionadas con Trump”.