IMPULSO/Agencia SUN
Ciudad de México
Por más que tenga esa etiqueta que tanto molesta a quienes habitan el mundillo del futbol, los días previos son distintos en ambos entrenamientos. Es un cotejo amistoso sin nada de buenos deseos por parte de los adversarios. No podía ser diferente cuando se está frente al archirrival.
Duelo que va más allá de lo deportivo. Es algo cultural, que provoca un alto valor patrio, lo que nunca debería estar en juego, pero aquí sí pasa, sobre todo de este lado de la frontera.
Todo cambió desde aquella tarde del 17 de junio de 2002, en Jeonju, Corea del Sur. Ironías del futbol, el punto de inflexión llegó en otro continente. La victoria de los estadounidenses (2-0) en los cuartos de final de la Copa del Mundo marcó para siempre al Tricolor, que aún busca llegar a ese quinto partido que su máximo contrincante jugó después de superarlo.
Lo de esta noche en el estadio MetLife será menos relevante, aunque sí una buena prueba para el equipo dirigido por Gerardo Martino, que el martes cerrará esta mini gira en San Antonio, Texas, frente a Argentina.
Segunda vez que el Tata se mide a Estados Unidos. Su primera vez fue dulce, con la victoria (1-0) en la final de la Copa Oro. Ahora buscará romper una hegemonía del adversario en encuentros no oficiales.
El Tricolor no vence a los norteamericanos, como visitante y en un juego amistoso, desde hace casi 45 años. La más reciente victoria se remonta al 8 de septiembre de 1974 (1-0), en el Cotton Bowl de Dallas. Desde entonces, han sostenido 12 encuentros de preparación en este país, con balance de siete victorias para los locales y cinco empates.
Dagas en los corazones de quienes jugaron esos partidos y también de quienes los presenciaron, porque esta rivalidad va mucho más allá de lo sucedido sobre el campo. Es un choque cultural, de gran orgullo.