Diciembre 24, 2024
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 Los efectos de la inflación en un país de mujeres empobrecidas

Carmen R. Ponce Meléndez/Cimacnoticias

Coloquialmente se le llama “cuesta de enero” a la inflación (aumento de precios) que religiosamente se da en el mes enero, al inicio de cada año, solamente que ahora tenemos ese problemita de la inflación desde hace un buen rato.

Los incrementos en los precios durante los primeros días o semanas de este mes son desmesurados, ya no es cuesta de enero, sino del Everest. La cifra que nos da el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) sobre el crecimiento de los precios (6.77 en el Índice Nacional al Consumidor, diciembre 2017) es altísima, pero de ninguna manera refleja lo que están experimentando las mujeres trabajadoras en términos de pérdida de poder adquisitivo de su salario.

¿Qué está sucediendo?, bueno, hubo una reforma energética que, entre otras cosas, liberalizó los precios de los energéticos, los dejó al libre juego de las fuerzas del mercado, es decir, la ley del más fuerte, y el más fuerte no son ni con mucho las personas que viven de un ingreso fijo.

No se invirtió en refinerías, por tanto, la producción de gas o gasolina nacional es muy baja. Se importa una gran cantidad de gasolina a precios del dólar que es muy alto.

El gas también se importa y su precio es volátil, igual que el precio del dólar. El resultado es que el precio del gas LP ha crecido más del 40 por ciento (ver gráfica), impactando fuertemente el costo de la canasta alimentaria de las personas más pobres.

Las tasas de interés (precio del dinero) también están creciendo, se prevé que, para este año, Banxico genere tres incrementos, pues lo consideran un instrumento económico para frenar la inflación y el precio del dólar. También porque el Banco Central de Estados Unidos incrementa esas tasas y México lo hace de la misma manera para mantener atractiva la inversión extranjera financiera (los capitales golondrinos).

Lo malo es que con esta política se incrementan los precios de los créditos, tanto para empresas como para familias y hay menos inversión, pero también menos consumo. Según INEGI, en octubre de 2017, el consumo privado de bienes importados cayó 5.5 por ciento y del nacional 2.5 por ciento, seguramente las cifras de este año no serán mejores.

Si aumenta el precio del dinero para las empresas, ellas repercuten esos incrementos en los precios de los productos y el que paga el pato es el consumidor. Desde 2016, los índices de precios al productor que reportaba INEGI eran más altos que los del consumidor y, claro, pronto impactaron en los precios de los productos.

Ningún aumento en la producción de los productos que tenga una empresa lo va a absorber o a reducir su tasa de ganancia, siempre la trasladará al consumidor o consumidora ese incremento en los costos. Claro que también esto tiene un límite porque habrá menos consumo, no podrá vender sus productos, por lo menos no todos.

En la esfera política, la incertidumbre que genera el proceso electoral de este año que se antoja complejo, también crea incertidumbre en las inversiones y los mercados, con efectos en el precio del dólar.

Por supuesto, los factores externos también repercuten, un presidente como Trump es una verdadera pesadilla. En la renegociación del TLCAN, sigue poniendo trabas y “ocurrencias” como el muro fronterizo; cada vez se le concede más y sigue presionando.

Los efectos están en la volatilidad del dólar y en la gran salida de capitales o de empresas extranjeras, menos empleo.

Los gobiernos neoliberales que el país ha tenido en los últimos 30 años presumían y presumen de la famosa “estabilidad macroeconómica”, anclada en la baja inflación y el control de cambios, aunque sostenida con los bajísimos salarios y con una superexplotación de la clase trabajadora, en particular, de las mujeres, cuyo salario, invariablemente, es menor al masculino.

Según datos del Observatorio del Salario de la Ibero de Puebla, en 2017, el salario promedio masculino (mensual) era de siete mil 365.60 pesos, pero el de las mujeres disminuía a seis mil 187.11 pesos. Entre el 2013 y 2017, el salario promedio se contrajo en México en 14.4 por ciento.

Las mujeres, que ganaban más de cinco salarios mínimos en 2005 eran un millón 241 mil; para 2017, esa cifra descendió 69 por ciento y se convirtió en únicamente 731 mil 666 trabajadoras. Un proceso de empobrecimiento muy acelerado, ahora acompañado de crecimiento en los precios y desempleo, con altos niveles de informalidad, es decir, sin seguridad social que las proteja, carecen de los más elementales derechos laborales.

¿Qué efectos tiene la inflación o el crecimiento sostenido de los precios según Banxico?, es un impuesto que afecta más a los hogares de menores ingresos, reduce el poder de compra de las obligaciones contractuales, afecta la planeación de largo plazo de los agentes económicos, desalienta la inversión y el ahorro de largo plazo, afecta el crecimiento económico; los periodos de alta inflación coinciden con un bajo crecimiento o caídas de la actividad, reducen la generación de empleo, encarecen el costo financiero de los proyectos productivos, todos y cada uno de estos elementos impactan mucho más a las mujeres, sean o no trabajadoras. En los últimos diez años, la inflación ha sido del 51 por ciento.

Un país de mujeres empobrecidas
Sin duda, la economía nacional está atrapada entre el estancamiento económico y las políticas de austeridad, como dice David Harvey: “Gracias a Piketty, se destruye la idea ampliamente extendida de que el capitalismo de libre mercado extiende la riqueza y que el mayor bastión en la defensa de libertades individuales.

El capitalismo de libre mercado, cuando se hallan ausentes las intervenciones redistributivas del Estado produce oligarquías antidemocráticas”.

Además, las políticas contra la inflación son una ´muy buena forma´ de aumentar el desempleo y aumentar el desempleo es una forma extremadamente atractiva de reducir la fuerza de la clase trabajadora”.

Hoy, todas las organizaciones o partidos políticos del país tienen ante sí el reto de responder a un justo reclamo de las mujeres: el sistema económico no sólo produce empleos informales y una gran desigualdad de género, sino que, además, no produce crecimiento económico y para colmos, ahora se enfrentan a este desmesurado crecimiento en los precios de los productos básicos, que se come sus salarios y disminuye su calidad de vida, aún en los niveles mínimos que plantea CONEVAL.

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