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Mitos y verdades sobre las várices

IMPULSO/ Edición Web
México
Se cree que solo da a las mujeres, que la cirugía y las sustancias que secan los vasos dañados son los únicos métodos avalados para tratarlas. Mitos y verdades sobre una enfermedad común: las várices.

Mito: Solo la padecen las mujeres.

Realidad: Las várices son la dilatación anormal de una vena o la aparición de una vena aberrante (por aumento de la presión dentro del sistema venoso) en un sitio donde no debería estar. En consecuencia, cualquier persona que tenga venas, independientemente de su sexo, está expuesta a sufrir este trastorno.

Sin embargo, la incidencia es mayor en ellas que en ellos: en líneas generales, por cada ocho mujeres afectadas hay un hombre. También existen diferencias en la edad de aparición. En los varones suelen presentarse a los 21 o 22 años de edad. En las mujeres desde la pubertad.

Mito: Se trata solo de un problema estético.

Realidad: Es verdad que las várices no son como para acudir a un concurso de belleza, pero no es menos cierto que vienen acompañadas con sensación de pesadez, edema (hinchazón) y picor. Aparte, el paciente se expone a la tromboflebitis (un coágulo obstaculiza el tránsito de la sangre), complicación que provoca la muerte de uno de cada mil sujetos. Además, perturba la rutina diaria.

Mito: Solo hay un tipo de várices.

Realidad: Las personas pueden presentar las llamadas arañitas (telangiectasias) o várices de verdad (que miden más de 4 milímetros de diámetro). Las primeras se ven fundamentalmente en las mujeres y se asocian con hormonas y no con el desempeño de las válvulas venosas.

Mito: El mayor factor de riesgo es estar de pie mucho tiempo.

Realidad: La primera razón es la herencia. Si en la familia hay una persona con várices, los descendientes las heredarán con mucha facilidad. En realidad, lo que se transmite de padres a hijos es la predisposición. El levantamiento de peso es otro elemento que juega en contra de los varones. Ellos tienden a hacer ejercicios más fuertes y salen las venas de ejercicio, que en principio no son várices pero que se convierten en ellas con el tiempo.

Mito: Si una persona camina, evitará las várices.

Realidad: La carga hereditaria siempre estará presente y esto no puede ser modificado. De cualquier manera, caminar mucho (por lo menos 40 minutos dos veces al día), no eternizarse frente al computador (se recomienda levantarse cada hora y dar varios pasos), bajar de peso y reducir los embarazos contribuirá a disminuir esas antipáticas huellas de colores en las piernas.

Mito: Si el corazón bombea la sangre, él se encarga de subirla desde las extremidades, entonces las venas no tienen razón para desequilibrarse.

Realidad: Cada vena opera contra la gravedad, razón por la cual posee paredes fuertes y válvulas que impiden el reflujo de la sangre. También es ayudada por la contracción de los músculos de las pantorrillas. Sin embargo, por diversas razones las válvulas se aflojan y permiten que el fluido se devuelva a las piernas.

El hombre cuenta con un elemento a su favor: las hormonas masculinas, que no actúan negativamente sobre su sistema venoso. En cambio, las hormonas femeninas (estrógenos y progestágenos) tienden a dilatar estos vasos sanguíneos. Por esta razón, a la que se suman los embarazos y la congestión pélvica por la menstruación, es que las mujeres cargan con las várices con mayor frecuencia que los varones.

El consumo de anticonceptivos orales y de terapia de reemplazo hormonal (TRH) también perjudica la red venosa porque permite el desarrollo de coágulos sanguíneos en las venas. La obesidad y la edad avanzada aumentan aún más el peligro de trombosis.

Silenciar las venas Tanto hombres como mujeres con várices pueden beneficiarse de diversos tratamientos que, por cierto, no son un seguro contra la reincidencia. Sin embargo, hay que tener cuidado con los que aconsejan, pues no sobran los charlatanes.

* Fleboesclerosis: consiste en inyectar sustancias que sellan las venas; en otras palabras, es la destrucción química de un conducto que ya no funciona. Puede aplicarse en vasos muy delgados o tan gruesos como un dedo.

Las venas sanas asumirán el trabajo de las que quedarán inutilizadas. La escleroterapia también puede efectuarse de otra manera si se quiere atender la vena safena, vena principal de las piernas. Entonces, se introduce un catéter especial, se navega hasta el origen del vaso, y este se sella químicamente con la espuma.

* Cirugía: va desde la extracción clásica hasta la cirugía mínima con la técnica de Crochet, cada día más sofisticada. Está indicada para pacientes con venas muy gruesas y diseminadas.

* Láser endoluminal: no es respaldado por la Administración de Drogas y Alimentos (FDA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos. Puede ser útil para un grupo de pacientes, aunque no es la panacea y no deja de ser igual a la extracción de la vena, pero a un costo cien veces mayor.

* Luz pulsada: puede ser una alternativa para venitas muy pequeñas ubicadas en el rostro, pero no es una terapia definitiva.

* Medias, cremas y productos naturales: Estos recursos pueden mejorar los síntomas, pero no curan el problema ni previenen que una vena se dañe.

Fuente: Roberto Varnagy, presidente de la Sociedad Venezolana de Flebología y Linfología y el especialista Tomás Alberti. EL TIEMPO

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