IMPULSO/ Francisco Suárez Dávila
Columnista
En junio pasado publiqué un libro: “México 2018, en busca del tiempo perdido”, analizando la situación del país ante una encrucijada crítica de nuestra historia. Ahora, 6 meses después, iniciando un nuevo año, ¿qué ha cambiado y hacia a dónde vamos?
Nuestro entorno mundial presenta una situación aún más amenazadora. En Estados Unidos, con la nueva mayoría demócrata en la Cámara de Representantes, se paraliza y polariza aún más al gobierno de Trump, con nuestro muro como rehén y el T-MEC en entredicho.
Las migraciones de Centroamérica provocan una insólita crisis fronteriza. El desplome de la bolsa en diciembre muestra su fragilidad. Desaceleración de la economía mundial lidereada por China. Debacle europeo: el acuerdo Brexit de May sufre un histórico revés en su Parlamento; el reformista Macron, paralizado por los “chalecos amarillos”; el ocaso de Merkel. El “fantasma del populismo” de derecha e izquierda se extiende por toda Europa hasta Suecia.
En México, un país “sacudido”, muy polarizado entre un pesimismo catastrofista y un optimismo acrítico. Se necesita un juicio balanceado. Desde el primer día, AMLO presentó 100 propuestas y 25 prioridades. Un amplio catálogo de aspiraciones, que carece de una estrategia estructurada.
Sí parece tener 5 pilares, decorados por claros y oscuros:
1º Como su eje central, la lucha contra la corrupción. Una manifestación que evidencia el nuevo estilo, la decisión valiente de destapar y actuar contra la enorme cloaca del robo de combustible, pero sin programación e incompetente ejecución resulta en serio desabasto y la tragedia de Tlahuelilpan.
2º La “austeridad republicana” actúa como se debe, compactando la obesa estructura del Estado, eliminando abusos y despilfarros, pero en que el tope salarial de $100,000 pesos, el despido de cuadros valiosos, una absurda “descentralización” de secretarías de Estado, dentro de una excesiva política de “centralización del gasto”, a través de súper-delegados estatales y compras sólo por Hacienda, puede provocar un freno a la actividad económica.
3º La política de Bienestar Social se sustenta en los dos grandes programas clientelares y asistenciales de jóvenes y el de pensiones para adultos mayores. Hubo un necesario aumento de los salarios mínimos.
4º La pacificación basada en la Guardia Nacional, idóneo instrumento de rápida ejecución, con idas y venidas desembocando en un inoperante mando bicéfalo.
5º El pilar que sustenta todo lo demás, un presupuesto, con supuestos creíbles, con equilibrio ingreso-gasto y poca deuda, lo cual permitió una emisión exitosa de deuda por US$2,000 millones. Compensa en algo los graves errores: la cancelación del aeropuerto de Texcoco, Santa Lucía, la nueva refinería, la franja fronteriza con una regresiva baja de impuestos en la región más próspera, el cercenamiento de Promexico, Bancomext y el CPT, y con ello la promoción turística y comercial.
La 4T no está bien definida, presenta aciertos y errores, fruto de un gabinete de competencia muy desigual y muchas contradicciones. Ataca al neoliberalismo, pero su política económica es “más de lo mismo” neoliberal; combatir la desigualdad sin reforma fiscal; un gran recetario social que no resuelve el insuficiente sistema de salud y la bomba de tiempo de las pensiones. Acción con prisa, pero improvisación y mala ejecución.
En síntesis, se han dado algunos cambios necesarios en el viejo rumbo. Atacando muchos frentes, se recupera “tiempo” en algunos, se retrocede en otros. No se encuentra todavía un “rumbo” claro hacia un México más próspero y más justo. ¡Gobernar es difícil, no bastan las palabras y las buenas intenciones!