Diciembre 24, 2024
Clima
9°c Máxima
9°c Mínima

Mexicanos piden retirar dinero a partidos y dárselo a damnificados

IMPULSO/ Edición Web
Ciudad de México

La insensibilidad de la mayoría de los partidos políticos y del Instituto Nacional Electoral de rehusarse a donar una partida de su presupuesto para apoyo de los damnificados del sismo y para la reconstrucción de los hogares dañados este 19 de septiembre, propició que personas de la sociedad civil lanzaran un exhorto desde Change.org para que las fuerzas políticas y el árbitro electoral recapaciten.

Ayer por la tarde se conoció que los partidos políticos en el INE rechazaron dirigir parte de su bolsa de recursos a las víctimas del sismo de 7.1 grados. Argumentaron que la ley en materia electoral lo dificulta y que es dinero ya etiquetado, afirmación que causó indignación.

Fue entonces que mexicanos publicaron sus peticiones en la plataforma Change.org, exigencias que más tarde crearían el pico de tráfico más alto en la historia de Change.

El terremoto del 1985 significó un momento de solidaridad que despertó a la sociedad mexicana y ésta ahora exige a sus políticos ser más sensibles en momentos de tragedia.

“La gente no necesita spots ni pancartas de partidos que ya conoce. Necesita alimento, refugio y seguridad. Estos son derechos humanos contemplados en la Constitución y en tratados internacionales, mismos que se deben respetar bajo el artículo 1º de la Constitución vigente en el país”, dice una de las peticiones.

“Existe un Fondo de Desastres Naturales (Fonden), cuyo fin es atender los efectos de Desastres Naturales, imprevisibles, cuya magnitud supere la capacidad financiera de respuesta de la dependencias y entidades paraestatales, así como de las entidades federativas”, añadió.

La respuesta fue inmediata. Los mexicanos atendieron al llamado, con 1 millón de firmas, de 1.5 millones que es la meta. A la media tarde 1 millón 46,000 firmas.

Los partidos políticos tendrán una bolsa de 12,000 millones de pesos para gastar en sus actividades del año 2018. (El Economista)