IMPULSO/ Edición Web
Berlín / Bruselas
La canciller Angela Merkel, que fue la principal impulsora del acuerdo firmado hace medio año por la Unión Europea y Turquía para contener la llegada de migrantes,
defiende este pacto como un modelo trasladable a otros países de la ribera sur del Mediterráneo. La líder alemana ha insistido este lunes en su idea de que Bruselas debe avanzar para prevenir nuevas rutas de entrada, y cerrar acuerdos de ayudas económicas a cambio de un mayor control de fronteras con países como Egipto o Túnez. El gran agujero en este plan es Libia, un Estado fallido sin una Administración capaz de hacer valer acuerdos de protección de fronteras o devolución de migrantes.
Pese a la mención de Merkel, no existen planes concretos para negociar con Egipto, desde donde hubo un pico de llegadas hacia el continente este verano, aunque sin mucha continuidad. De momento los negociadores europeos han comenzado ya a entablar contacto con Níger, Nigeria, Senegal, Malí y Etiopía. Túnez y Libia figuran entre los primeros países con los que el cuerpo exterior de la UE quiere firmar estos esquemas. Las costas libias son ahora mismo el principal punto de partida de la migración hacia Europa, pero la ausencia de autoridades representativas en el país dificulta el diálogo.
Pocos días después de admitir que quizás se excedió el pasado verano en su política de puertas abiertas hacia los refugiados, la gobernante alemana trata de ganar terreno abogando por políticas que contengan esos flujos. El plan de Merkel para una solución a medio plazo de la crisis de refugiados en Europa pasa por un mayor control de las fronteras exteriores de Europa y también por aumentar las ayudas al desarrollo como forma de luchar contra las causas de la emigración. “Es importante que demos perspectivas de futuro a los países africanos”, dijo la canciller en Berlín.
Al aludir a ese tipo de alianzas con los países africanos y citar el ejemplo del pacto entre la UE y Turquía por el que 624 extranjeros ya han sido expulsados desde Grecia —70 este mismo lunes—, Merkel ahonda en una nueva estrategia que ha adoptado la Unión Europea hacia sus vecinos menos desarrollados. Frente al enfoque clásico de la ayuda al desarrollo, la Comisión Europea decidió en junio poner la migración en el centro de todos los acuerdos que firme con países africanos y de Oriente Próximo. El aspecto más controvertido consiste en aplicar lo que denomina incentivos negativos —es decir, restar ayudas si los compromisos no se cumplen— a quienes no sean capaces de contener los flujos hacia Europa.
Al igual que hizo en junio la Comisión Europea, Merkel emplea el ejemplo de Turquía como guía para estos pactos. Pero ni en todos esos países existen unas estructuras de Estado similares a las turcas, que permitan forjar una alianza, ni Europa puede ofrecerles un señuelo tan poderoso como el del acuerdo turco: eliminación a corto plazo de la necesidad de visado para los ciudadanos que viajen a territorio Schengen y ayuda económica (hasta 6.000 millones de euros) para atención a los refugiados que viven en Turquía.
La defensa de Merkel a un pacto con Turquía que fue recibido con un alud de críticas y que muchas veces fue dado por muerto por las tensiones con Ankara equivale también a una reivindicación de sí misma, y de su polémica gestión de la crisis de refugiados. Porque fue ella la principal muñidora de este pacto. Y, pese a que ahora defienda sus bondades, antes criticaba con fiereza el cierre de la ruta de los Balcanes que países como Macedonia, Hungría y Austria decidieron imponer a principios de este año. La canciller asegura ahora que la crisis ha remitido gracias al bloqueo de la ruta balcánica, pero también al pacto con Turquía.
Evitar la situación de 2015
Para evitar un éxodo como el de los más de un millón de refugiados —en su mayoría sirios— que cruzaron de Turquía a Grecia en 2015, Bruselas señala a Jordania y Líbano como prioritarios en esta estrategia. La idea es desembolsar dinero a cambio de que esos países, los que acogen al mayor número de sirios después de Turquía, los mantengan dentro de sus fronteras. La Comisión prevé dedicar a estos acuerdos al menos 8.000 millones de euros adicionales en los próximos cinco años.
Pero la referencia que ha hecho este lunes la canciller al polémico acuerdo con Turquía resulta muy reveladora de la inquietud que suscita el fenómeno migratorio en el seno europeo. Las enormes grietas que abrió entre países miembros a lo largo del año pasado convencieron a la Comisión de que valía la pena explorar esta vía de contención antes que arriesgarse, pues, a nuevas oleadas.