Julio 16, 2024
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MENTE ABIERTA PARA RECIBIR CONOCIMIENTOS… PERO

En la Grecia clásica hubo menores de siete años filósofos y si alguno me debate porque eran griegos o europeos, está bien. Miremos hacia nuestros pueblos prehispánicos, en las escuelas del Calmécac los alumnos ya aprendían cómputo calendárico y sabían interpretar códices.

 ¿En la actualidad, por qué nos resulta tan difícil lograr que un chico se involucre en el maravilloso mundo de la ciencia, desarrolle el pensamiento lógico matemático y consiga la competencia lectora?, ¿Por qué se tiene que premiar el mínimo esfuerzo, aprobar a todos y no exigir demasiado para que no se estresen?, ¡ah!, pero no hay problema si pasan horas en los dispositivos electrónicos, si llenan sus cerebros de memes o si miran y miran “tik tok” o si sus anhelos de superación son “querer ser youtuber”. 

Con pandemia y sin ella, existe una triste realidad para nuestros niños y jóvenes: no siempre se desarrollan las competencias necesarias para la vida y la capacidad de comprensión, análisis y argumentación, cada vez es menor.

Nuestros chicos tienen una mente que está preparada para recibir conocimientos de calidad, sin embargo, existen estudios que sostienen que, de cada 100 niños con capacidad intelectual sobresaliente, sólo el 4% logrará conservar sus capacidades al llegar a la adultez; el resto las perderá en la infancia y en la adolescencia en medio de un sistema educativo que no tiene opciones reales para ellos.

La Organización Mundial de la Salud indica que el 3% de la población infantil en México corresponde a niños “sobredotados”, pero la mayoría de sus cualidades no serán detectadas, por falta de capacitación de sus formadores, un mal diagnóstico o de un sistema educativo eficaz que favorezca el desarrollo de sus potencialidades.

Ciertamente, preocupa que no se desarrollen las competencias de los chicos sobredotados, pero lo más angustiante es que en el colectivo social pareciera que hay una tendencia a favorecer “la cultura del menor esfuerzo intelectual”, muchos se conforman con el mínimo socialmente establecido y todo parece indicar que son pocos a los que les preocupa la cultura del esfuerzo, de la tenacidad, del talento o excelencia académica.

En los 15 meses de pandemia, la virtualidad puso en evidencia muchas limitaciones humanas, educativas y sociales. No me refiero a aquellos que tienen pocas posibilidades económicas o están en condiciones de marginación. Sino a quienes contando con un mejor nivel de vida dejaron que prevaleciera el conformismo de “cumplir por cumplir con sus evidencias”, independientemente si se aprendía o no. Inclusive, la indiferencia por no entregar actividades solicitadas por los maestros, “porque de todas formas pasas y el maestro no te puede reprobar”.

 El “aprende en casa” dejó mucho que desear y se puede acusar a los maestros poco comprometidos, a los padres de familia por no respaldar, por sobreproteger y hasta por justificar el incumplimiento de sus hijos.

La cuestión es que la “virtualidad” llegó para quedarse y ahora más que nunca necesitamos chicos con autonomía para el aprendizaje, docentes que de verdad sean guías del conocimiento y no solo opten por métodos tradicionalistas en los que los enormes resúmenes, cuestionarios o dictados sean la base de su formación. Y, sobre todo, padres de familia dispuestos a hacer frente a los desafíos que impondrá el modelo híbrido, no para que ellos hagan la tarea, sino para que establezcan límites y contribuyan a la formación integral de los chicos, porque al ganar sus hijos, también gana México.