IMPULSO/Redacción
Ciudad de México.
Las milpas, las familias, los pueblos de México… Para hablar del maíz hay que hacerlo en plural. Los maíces dan sentido a la comunidad, resguardan una naturaleza colaborativa. En “El maíz en tiempos de guerra”, el cineasta Alberto Cortés propone una mirada etnográfica y humanista, con respeto y sin visiones folclóricas.
Además, en ese filme este grano es algo más que un alimento: en él nace y germina la defensa de las culturas, así como otras formas de entender la vida y el territorio.
No es un tema elegido al azar: la trayectoria de Cortés y otros de sus trabajos como “La tierra de los Tepehuas” o “De migrantes, barro, papel y otras historias en Oaxaca” ejemplifican su interés por las personas y sus contextos. En su ficción “Corazón del tiempo” notó que el maíz siempre estaba en las actividades de los personajes.
Cortés decidió reunir a su equipo para hacer este documental al darse cuenta de la ofensiva que representan los transgénicos. En “El maíz en tiempos de guerra” cuatro familias son quienes tienen la voz: una ayuujk (mixe) en Oaxaca, una wixárika (huichol) en Jalisco y dos más tzeltales en Chiapas.
La película sigue sus ciclos agrícolas, desde la preparación de la tierra hasta la cosecha. Hay poética y honestidad en el acercamiento que se hace a las lenguas originarias, el ecosistema, los núcleos familiares y la participación constante de la mujer y los niños en las actividades del campo.
Están presentes la organización civil, los animales como parte necesaria en la labor, los derivados del maíz—además de la tortilla—como el pozol o el atole, la importancia de la selección de las variadas semillas nativas y los procesos de nixtamalización.
“Hay un racismo muy fuerte hacia el mundo indígena que no reconocemos, sobre todo en las ciudades. Es tremendo: sigue esa visión de decir que son nuestras raíces, pero a la hora de la verdad se les quiere hacer a un lado. Quisimos darnos el tiempo de poder observar y mostrar este universo, buscando una narrativa cinematográfica y una estética”, explica este director mexicano.
No es un largometraje sobre rituales o de análisis científico: en él se muestran algunas realidades de nuestro país que reúnen la belleza de lo cotidiano, pero también condiciones de desigualdad y marginación. Lo alimentario es político y económico. Por ende, no puede desligarse de problemáticas que afectan a los campesinos, como despojo, narcotráfico e intereses de poderes ajenos a los pueblos y sus necesidades; pero también de las diferentes soluciones propuestas, como candidatos independientes, movimientos indígenas y asambleas comunitarias.
“Entendemos que el hombre se hizo sedentario cuando domesticó al maíz. A partir de eso vienen las civilizaciones mesoamericanas y los mitos fundacionales. Pero, pudo haber sido al revés: el maíz domesticó al hombre y le enseñó a vivir en comunidad. Frijol, calabaza, chile, insectos, gallinas y todo eso que es la milpa fue lo que enseñó a todos esos pueblos a seguir ese ejemplo”, dice.
“El maíz en tiempos de guerra” se exhibe en la Cineteca Nacional, está disponible en filminlatino.mx y hay funciones en los Faros de la Ciudad de México y otras salas de cine alternativo en los estados. La promoción del documental conecta también con los espacios públicos: hay varios murales del artista chicano José Manuel Montalvo, mejor conocido como Nuke, y puedes verlos afuera de estos recintos que apuestan por estos mensajes de resistencia y de soberanía alimentaria, con la profundidad que los acompaña.