IMPULSO/Agencia SUN
Ciudad de México
“Cuando nacemos ya traemos nuestra muerte escondida”, le dicen a “Macario”, en la destacada película protagonizada por el primer actor Ignacio López Tarso, quien encarna a un campesino y leñador que en medio del hambre es tentado por Dios, el Diablo y la Muerte.
El filme de 1959, dirigido por Roberto Gavaldón, fue la primera cinta mexicana nominada a un premio Oscar, su majestuosidad ha traspasado tiempo y espacio, y a 58 años de haberse estrenado, se ha convertido en un clásico que no puede dejar de verse en este Día de Muertos.
Las bellas fotografías de Gabriel Figueroa, que se tomaron en la ciudad de Taxco, en las Lagunas de Zempoala y en las Grutas de Cacahuamilpa, lograron un exquisito ambiente provinciano.
La escena de la vendimia del Día de Muertos provoca deseos de estar ahí, entre catrinas de cartón de todos los tamaños y calaveritas de azúcar, un distintivo de estas fechas dedicadas a los difuntos.
No habría “Macario” sin Ignacio López Tarso ni Ignacio López Tarso sin “Macario”, ya que entre los elementos mágicos de esta historia, destaca la excelente actuación de López Tarso que se lanzó al estrellato con esta adaptación de una novela de B. Traven basada en un cuento de los hermanos Grimm.
En varias ocasiones, el mismo actor ha dicho que “Macario” es una de cintas que más satisfacciones le ha dado a lo largo de su prolífica carrera.
En la película también actúa Pina Pellicer, como esposa de Macario, y Enrique Lucero, como La Muerte, la cinta inicia cuando Macario lamenta ver el hambre que tienen sus cinco hijos y cómo se pelean por un plato de frijoles; es tanto su pesar que prefiere no comer y darle a ellos su ración.
“La vida no fue fácil Macario, pero fue buena vivirla juntos”, es una de las frase finales de esta imperdible película que nos lleva a reflexionar sobre la brevedad de la vida y la eternidad de la muerte.