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Por qué los nervios en los mercados financieros

IMPULSO/
Rogelio Ramírez de la O

Una nueva etapa de expansión del gasto público podría dañar la confianza sobre ciertas monedas y alentaría la especulación. La reunión de banqueros centrales y académicos en Jackson Hole, Wyoming, a principios de este mes dejó preocupados a los inversionistas, quienes esperaban escuchar más sobre la rapidez para el alza de tasas de interés. Lo sobresaliente fue que los banqueros centrales más importantes están, aun involuntariamente, mostrando que su poder para seguir impulsando las economías es ya muy limitado o agotado.
Si esto es cierto, la Reserva Federal continuaría con el alza de su tasa de interés aun con inflación baja, reafirmando que ya hizo todo lo que pudo hacer para sostener la economía desde 2009 y dando a entender que el ciclo monetario de tasas de interés bajas en su mayor parte ya concluyó.
De aquí se desprendería que las bolsas de valores y posiblemente también los bonos, por lo menos los de alto riesgo, estarán sufriendo bajas de precios en el corto plazo. Aún más, si el periodo de tasas de interés bajas ya concluyó, entonces el crecimiento cíclico también ya lo hizo. Cuando se presente la siguiente fase de desaceleración, los bancos centrales tendrían capacidad para apoyar las economías, bajando las tasas de interés. Pero sólo las podrían bajar, si antes de eso las suben.
Si la tasa de interés se mantiene baja, los bancos centrales van a tener muy poco espacio para bajarla. Tomando esto en cuenta, parte del nerviosismo se basa en la posibilidad de que en la próxima recesión los gobiernos tengan que utilizar el aumento del gasto público para contrarrestarla. Si esto sucede, el alto nivel de deuda global no va a bajar.
Los inversionistas tienen razón en estar nerviosos, al no ser claro que la manipulación de las tasas de interés sea una solución viable o efectiva al estancamiento. Esto, aun cuando las economías de muchos países no se han recuperado y mucho menos reducido sus niveles de deuda.
Quizás todo esto debía haberse esperado. El año pasado, sir Mervyn King, ex gobernador del Banco de Inglaterra, con el puro título de su libro “El Fin de la Alquimia” (The end of alchemy) advertía que los bancos centrales ya habían agotado su arsenal para mantener el estímulo monetario y la recuperación de las economías.
En este libro, presentó además con crudeza que “la tragedia” de la unión monetaria europea no está en que esta unión se colapse, sino que continúe, gracias al alto compromiso político que tienen los líderes europeos para mantenerla, lo que obliga a un estancamiento económico prolongado.
Aquí hay que aclarar que no hay que confundir el actual crecimiento europeo con una recuperación sostenible, pues tan bajo crecimiento no alcanza para reducir la razón deuda pública a PIB. Por eso tienen que mantener la austeridad presupuestal.
La reunión de Jackson Hole trajo además nuevas voces que hacen aún más explícito el límite de la política monetaria. Por ejemplo, los daños de la competencia de las importaciones en el empleo y el ingreso muy concentrados en áreas geográficas se reconocen como significativos. Asimismo, que con economías que siguen estancadas, el enfoque excesivo de los gobiernos en la reducción de la deuda pública puede ser equivocado.
Estos nuevos argumentos en una reunión tan importante son muestra de que los bancos centrales posiblemente ya agotaron el grueso de sus márgenes de acción. De ahí que no se puede descartar un escenario en el que las deudas estatales se mantienen muy altas con todos los riesgos que ello implica. Una nueva etapa de expansión del gasto público podría dañar la confianza sobre ciertas monedas y alentaría la especulación con el oro y hasta con el bitcoin. Twitter: [email protected]

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