IMPULSO/Ximena Puente de la Mora
En agosto, nuestro país celebra el mes de la juventud y, ante el panorama que viven aquellos que constituyen el llamado bono demográfico, resulta interesante preguntarse qué es lo que la juventud puede festejar, yo diría que, a pesar del altísimo grado de desconfianza y desilusión que experimenta, mucho.
Naciones Unidas define a los jóvenes como aquellas personas entre los 15 y los 24 años, esto representa en nuestro país, de acuerdo < la Encuesta Intercensal 2015 del INEGI, el 18 por ciento de toda la población. Muy cerca de estos límites, a los 28 años de edad, el historiador holandés, Rutger Bregman, publicó su libro “Utopía para realistas”. Aunque en él expone cómo parecen haber desaparecido las ideas para cambiar el mundo, enseguida comienza a esbozar un futuro al que bien pudiéramos aspirar a través de poderosas ideas como la renta básica universal o la reducción de la jornada laboral. En gran medida, los jóvenes son los que pueden impulsarlas, ésas y ésos insatisfechos, que no indiferentes, las y los que deben exigir el ejercicio pleno de sus derechos como norma, no como excepción.
No es fácil, hace unos meses, el doctor Sergio López Ayllon, director del CIDE, señalaba que para aquellos que “nacieron al final del siglo XX las promesas democráticas de la política tradicional constituyen un lenguaje ajeno y carente de sentido”. Encuesta tras encuesta, se muestra la incredulidad de los jóvenes hacia la democracia y sus instituciones. Pero son ellos quienes no deben olvidar que tienen en la información y en la creatividad sus más grandes aliados.
Muy pronto egresará la primera generación de estudiantes universitarios que habrán cursado toda su carrera pudiendo preguntar lo que sea a casi 8 mil sujetos obligados. Esta posibilidad ha sido un logro de las generaciones que les anteceden. Corresponde ahora a la juventud saber qué es lo que quiere preguntar y al mismo tiempo, aprovechar ese poder. De igual manera, superar otros desafíos para desarrollar todo su potencial y acercarse a la realización de las nuevas utopías, donde la desigualdad sea abatida y la confianza en el gobierno regenerada.
Estos jóvenes, por ejemplo, deberán apuntalar entres sus cualidades profesionales la de ser expertos curadores de la información. Más aún ante los embates de las noticias falsas y del fenómeno de la posverdad del que hoy se habla tanto. De tal forma, deberán aceptar que los buscadores de internet no son la panacea de todo conocimiento; que es necesario ir a la fuente. Esto implica, en el caso de querer saber del gobierno y de quienes manejan recursos públicos, ejercer su derecho de acceso a la información, y si no es respetado, recurrir al Inai o a los órganos garantes locales para hacerlo respetar.
Los jóvenes también deben saber muy bien cómo integrar la tecnología a su vida, pero no convertirla en su vida. Como declara el psicólogo y profesor de Harvard Steven Pinker, “La solución (será) desarrollar estrategias de auto-control, como lo hacemos con toda otra tentación en la vida”. 39 por ciento de los usuarios de internet en México tienen entre 18 a 34 años. Los llamados “millennials”, son nativos digitales que no darán paso atrás en el progreso, pero que sí deben buscar ampliar su alcance y ponerlo al servicio de los más. Alfabetizar a la población, por ejemplo, en el uso de las herramientas del acceso a la información, como lo es la Plataforma Nacional de Transparencia, puede ser un objetivo.
Así que, ¿qué pueden festejar los jóvenes en agosto? Para empezar, el alcance potencial que sus acciones tienen en la mejora de la calidad democrática; enseguida, que cuentan con instituciones que garantizan sus derechos, y luego, la posibilidad de mirar el horizonte para crear nuevas realidades. En el Inai hemos hecho un esfuerzo por lograr que los jóvenes se animen a ejercer su derecho de acceso a la información.
Dato
: Ocho de cada 10 mexicanos que escucharon la campaña 2016 del Instituto, comprendieron los mensajes; las mujeres jóvenes fueron quienes mejor pudieron recordar sus elementos.