IMPULSO/ Carlos Ricardo Aguilar Astorga
Parte I
(Dr. en C.S. en el Área de Relaciones de Poder y Cultura Política. Profesor-Investigador UAM.)
Han pasado 50 años desde que In the Court of the Crimson King apareciera en escena y se iniciara un viaje inmortal de uno de los grupos iniciadores del rock progresivo. Luego de sendas presentaciones en la Ciudad de México, vale la pena reflexionar la propuesta del septeto a medio siglo de haber surgido.
Lo que se ha escrito sobre el suceso no deja de lado los aspectos técnico–musicales, así como las emociones cuasi indescriptibles surgidas a partir de la experiencia que el Metropolitan y una agrupación de tal envergadura son capaces de provocar, no obstante habrá que considerar otro aspecto que es lo que me propongo tratar.
El culto a los orígenes que nuestro contexto político-social vive actualmente es un renacimiento nada casual, en parte producto de las animadversiones que la globalización y la mundialización han generado y, por otro, el creciente entusiasmo por las narrativas locales que (re)identifican las particularidades que intentan diferenciarse de lo primero; anhelamos la particularidad que nos diferencie del resto y que nos permita ser excepcionales, pero también deseamos ser parte de lo global.
En esa línea argumentativa, la música como variable cultural no queda exenta de esas tensiones sociopolíticas, lo interesante aquí es cómo un grupo musical con entonaciones tan poco convencionales, secuencias entrecruzadas y compases irregulares, llega al medio siglo con tales niveles de calidad y aceptación. Es paradójico que, en nuestro entorno tan lleno de correcciones políticas, el Rey Carmesí levante el vuelo.
Si bien su música no es medieval sí lo es su simbología (el nombre es epítome de este hecho); la hipótesis que aquí se pretende sostener es que King Crimson, alude a una serie de elementos que, en lo particular se conecta con lo empírico, pero en lo universal se relaciona con categorías que es, justamente, lo que lo convierten en algo plenamente vigente y atemporal.
Con la revolución francesa, creímos que la soberanía pasaba del rey al pueblo (la soberanía radica en el pueblo, repiten muchos), el dilema no era simple, pues la tensión pasa a ser que la figura del rey se materializaba en el pueblo, luego entonces ¿cómo materializar a un pueblo? Pese a las supuestas virtudes de la democracia liberal estadounidense, la respuesta provino del intento de tratar al líder político como pueblo materializado (v.g. Merkel, Trump, Maduro, Trudeau, Johnson, Abe, López Obrador, etcétera). Continuará.