IMPULSO/ Agencia SUN
Ciudad de México
Una noche paseaba con mi familia en un poblado cercano a la ciudad de Campeche. Recuerdo haber cruzado un pequeño huerto donde el maizal ya había crecido, mientras mis padres caminaban al otro extremo de la calle. De pronto sentí que algo golpeó mi brazo. Al voltear, creí ver una pequeña sombra que corría entre el maíz. Me asusté tanto que fui corriendo con mi mamá; le tomé la mano sin dejar de voltear a todos lados, hasta llegar al hotel.
Al entrar, el propietario del hotel me vio pálida y sin dudar me dijo: “parece que viste un aluxe”, y en seguida nos comenzó a contar su historia…
El aluxe o alux’Ob (cuyo significado es geniecillo del bosque, duende o enano milenario) es un ser de la mitología maya. Habita, según la tradición oral, en las regiones de Guatemala, Belice y México, principalmente en los estados de Campeche, Chiapas, Quintana Roo y Yucatán. Este duendecillo fue representado en templos mayas como el de Yaxchilán, en Chiapas, y el templo escalonado de Nohoch Mul, en Cobá, Quintana Roo.
Existen diferentes versiones sobre el origen del aluxe: por un lado, se dice que es un espíritu de la naturaleza y el primer poblador de la tierra; que existió incluso antes que el Sol; por otro, cuentan que es el espíritu de los niños muertos antes de la conquista española.
El aluxe, travieso por naturaleza, tiene apariencia de anciano, estatura de niño y rasgos indígenas. Usa una especie de sombrero y alpargatas hechas con fibras naturales como la palma.
Los brujos o sacerdotes mayas creaban un aluxe “por encargo”, durante una ceremonia que tardaba siete semanas, ya que solo se podía llevar a cabo los viernes.
El duende medía un poco menos de 50 centímetros de estatura y era creado a partir de barro virgen, procedente de las cuevas donde no había entrado mujer alguna. Se mezclaba con nueve gotas de sangre de quien fuera a ser su amo para establecer un fuerte vínculo entre ambos.
Después de la ceremonia, el amo levantaba un altar en algún lugar escondido. Dejaba ahí a su aluxe y le dedicaba oraciones y ofrendas para que éste cobrara vida por la noche para cuidar de sus animales y tierras.
Cuando un desconocido pisa tierras custodiadas por algún aluxe, éste puede arrojarle piedras o hacer sonidos extraños para que el intruso salga despavorido. Si un aluxe se enoja es capaz de provocar fiebre, diarrea, dolor de cabeza e incluso el “mal aire”, que solo puede ser curado por un H’men o brujo experto.
Al morir su amo, el aluxe queda al servicio de Yum-Kaax, dios del maíz, aunque seguirá protegiendo la propiedad de su amo. Si por casualidad llega un nuevo propietario, seguramente le hará maldades: maltratará a sus animales, cultivos y hasta podría robarle sus pertenencias, hasta que el nuevo dueño le ofrezca oraciones y ofrendas que contengan pozol y maíz.
Este ser mitológico se comporta según el trato que recibe, busca llamar la atención, pero muy pocas veces se deja ver ya que es muy ágil y ligero. Eso sí, puede jugar con los niños. También le gusta bailar alrededor del fuego; toca instrumentos parecidos a la trompeta y hasta llega a tener un perro de barro, igual que ellos.
* Con información de Revista de la Universidad de México de la UNAM y la Revista Científica de Investigaciones Regionales, de la Universidad Autónoma de Yucatán.