Diciembre 22, 2024
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Lecciones de las elecciones

IMPULSO/Margarita Zavala

Opinión

Muchas lecciones que aprender de las elecciones del 1 de julio. Comento algunas:

  1. Hace falta la segunda vuelta. Instaurarla permitiría a los electores votar con plena libertad en la primera elección, sin histerias colectivas ni exigencias anticipadas de voto útil o de “únanse” porque lo importante es rechazar a alguien. Permite también un clima más consciente del voto y hace que las encuestas no se conviertan en un instrumento equivocado por el voto útil. Al final del día, le da más poder al ciudadano. Propongo que sea esta nueva legislatura en este primer periodo ordinario el que resuelva sobre la segunda vuelta. Carpizo opinaba que es después de las elecciones presidenciales cuando debe legislarse porque no tiene dedicatoria.
  2. Las encuestas sí sirven aunque influyen desproporcionadamente. Las principales casas encuestadoras demostraron su seriedad, lo cual me da gusto. Conozco a muchos de los que hicieron las encuestas y sabía de su profesionalismo. Pero la excesiva influencia de las encuestas generó una guerra de encuestas falsas y se convirtieron en arma de propaganda dirigidas a incidir de manera desleal. La influencia de las encuestas se dio por la falta de segunda vuelta, que generó una “primera vuelta” virtual.
  3. Había un segundo, lugar pero nunca un verdadero contendiente. El pleito por el segundo lugar se convirtió en la verdadera sorpresa. Llegó un momento en el que parecía que lo interesante era quién resultaba ser el segundo lugar.
  4. Separar al dinero del poder no será tan fácil. Los partidos demostraron una vez más que están sometidos al dinero y gastaron miles de millones de pesos de recursos no declarados. Ningún candidato de partido se atrevió a decir que era un exceso que en este año se le dieran doce mil millones de pesos a los partidos políticos.
  5. Ni los partidos ni sus líderes son dueños de los votos. Por lo visto, tampoco lo son de sus afiliados. Los votos son de los ciudadanos, no de los políticos.
  6. Las alianzas de partidos a nivel nacional no sirven. El cálculo fue una elección a tercio. Pero no fue así. En realidad, les terminaron dando una cantidad excesiva de posiciones, y hasta algunas traiciones se generaron. Incluso ante la pérdida de registro de algunos partidos pequeños, cabe la pregunta de si no era mejor haber ido solos. Además, las alianzas desdibujaron todavía más a los partidos que fueron renunciando uno a uno a su propia identidad. Esta falta de identidad generó confusión y alentó el autoritarismo en los partidos y en la elección.
  7. Los partidos en México no son democráticos y a los electores no le importa tanto. Quedó claro que los partidos pudieron tomar decisiones de espaldas a su militancia, dejar a un lado sus principios, establecer alianzas polémicas, perder congruencia, sacrificar principios, desviar recursos para los damnificados del terremoto y muchas ilegalidades más se hicieron sin que los electores los castigaran en las urnas. Sin una militancia libre y vigorosa, se ve difícil que los partidos se democraticen.
  8. Hay una ausencia de formación política. Lo vemos en el voto sin contrapesos, en candidatos ganadores que nadie conocía, en que dio lo mismo ser corrupto que no serlo. Esta falta de formación política nos hizo incapaces, como sociedad, de darle valor a las convicciones, a los proyectos de país y también al diálogo.
  9. Bien por las mujeres que hoy llenan las Cámaras de Senadores y de Diputados. Bien por las mujeres y los hombres que lo hicieron posible. Las mujeres llegaron a la política para quedarse.

Una cosa más. En democracia, la victoria debe ser humilde y la derrota no debe significar una indigna rendición de las ideas ni de las convicciones. La democracia obliga al diálogo, pero no a la rendición y claudicación. Si no lo entendemos así, no habrá oposición que construya a través de su valentía, de la solidez de sus convicciones. Si no hay demócratas en la oposición con formación política con claridad en sus convicciones, entonces no habrá oposición que construya y le dé vida al país; al contrario, puede convertirse en el tapete del autoritarismo.

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