- Llega diciembre y sus posadas, reza un canto popular. Y con ellas las piñatas que con sus vistosos colores y formas son el centro de la alegría de las fiestas mexicanas.
Ana Lydia Chávez Flores
Tradicionalmente, las piñatas forman parte de la simbología de las posadas y aunque son varias las versiones en torno al su significado, para la mayoría de los mexicanos son un motivo de algarabía y expectación. Todos anhelamos, por un momento volver a ser niños para tener oportunidad de darle a la piñata.
El ritual de romper la piñata inicia con el vendaje de los ojos a la persona que intentará romperla, esto para representar la “fe ciega” que se enfrentará al mal (la piñata); tras varios intentos, cuando por fin se logra romper ese artefacto que juguetea por los aires y se resiste a morir, sucede el milagro y de ella salen por todas partes “los dones” o regalos que son la recompensa para quienes se encuentran expectantes de este momento festivo.
Tal algarabía, dura solo unos minutos, sin embargo, detrás de cada una de las piñatas, que tradicionalmente son en forma de estrella, hay una ardua labor de artesanos que, con una olla de barro o armazón de cartón, papel china, papel aluminio y pegamento (preferentemente engrudo), son capaces de crear adornos vistosos para dar forma a las bellas piñatas que suelen rellenarse de dulces y fruta.
Fotos: Arturo Hernández Sánchez
La piñata es un elemento por el que la cultura decembrina de México es conocida en todo el mundo. Más aún, las piñatas son tan populares que ha llegado a elaborarse de todo tipo de formas y se emplean en cualquier época del año. Es más, no hay fiesta infantil de cumpleaños sin una piñata en torno a la cual cantar y gritar arengas para que pronto sea rota y reparta sus dones a los asistentes; y qué decir de aventarse a ganar los dulces, estas escenas son de los recuerdos más bonitos que podemos llegar a tener de nuestra infancia.
Es por ello por lo que las piñatas son las grandes protagonistas de nuestra alegría como mexicanos. ¡Viva diciembre y sus posadas! Y ¡Dale, dale, dale… no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino!