Agosto 14, 2024
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LAS FLORES YA NO SE MARCHITAN

IMPULSO/Said Yescas

Artículo

Llevo unos cuantos artículos escribiendo sobre cosas que realmente son de preocuparse; gente menciona que la vida es así, que hay que conformase, darlo por hecho, no seguir porque al final no podrás ganar, que la vida es para esforzarse de manera exagerada, que hay nuevas generaciones con ideales diferentes, menos argumentadas más robóticas, que no importa lo que hagas si el sistema es aquella esponja que te absorberá cual agua, que hay que pelear por el interés propio y no por el interés de todos; los atropellos son pan de cada día. Y que eres tan mortal para no poner un alto.

Nací de una mujer increíble, una mujer que abandonó todo camino individual para ponerme en algún camino, mujer que yo definiría como una guerrera, pues lo es, ha luchado ante la vida por ver a sus hijos crecer. Soy hermano de dos hermosas niñas, adolescentes, que divagan entre la inmensidad de su existencia, sin poder tener claro quiénes son, aún.

Estudias, conoces, lees, refutas, creces, caes, te levantas, vuelves a aprender, vuelves a refutar, vuelves a caer, vuelves a poner un pie, un pie sobre la tierra mojada de paradojas humanas replicadas miles de veces y piensas que es lo normal. El chiste es poder poner todas las cartas sobre la mesa y decidir sobre lo que es correcto y lo que no; pero claro, regresamos al punto en el cual lo mejor es conformarse y no hacer más allá de lo que debemos porque todo es más fácil cuando no pensamos, cuando creemos tener todo sin tener nada, cuando buscamos un signo de banalidad y sobreponemos la virilidad ante la equidad; nos sentamos y lloramos por nuestras muertas; difundimos en tres segundos una desaparecida en la colonia, tres segundos después compartimos memes donde la situación económica, social e intelectual se define por la melanina secretada de manera biológica. Cuando merma la capacidad de transmitir mensajes inspiradores y los remplazados por tonterías y alma nula; nos damos la bienvenida a la sociedad de la putrefacción, aquí abunda el nihilismo y la violencia, al menos en este México distópico a los discursos presidenciales.

Me he levantado cada día, desde hace muchos años, intentando llegar lo más pronto posible a la casa de mi madre, donde solas habitan mis hermanas menores, porque temo a no estar con ellas, porque temo a que salgan, porque quiero que se desarrollen, pero quiero que sea como siempre debió de haber sido, temo por llegar tarde y que ese tarde signifique la pérdida de algo más grande. Temo porque mi mamá no llegue a casa; temo porque diga lo que las demás se callan, y  sea silenciada. Temo por mis mujeres, temo por ti mujer, temo por ustedes.

Odio caminar entre la urbe y que la maldita industria cultural aplicada a la música sobre pase los niveles literarios y poéticos para deshacerlos y utilizar simplezas lingüistas basados en el sexismo, potenciados por el ritmo. Sangran los oídos de todos aquellos que sabemos que se volaron la barda, pues la música, siendo también uno de los niveles más altos de comunicación por su consumo; se utilice para transmitir una ideología meramente podrida.

Tengo madre, tengo hermanas, tengo amigas; tengo valores, tengo principios y tengo lucha; Soy humano, soy persona; soy errores, soy virtudes; soy como me he forjado ser y lo que soy, es gracias a una mujer.

Vivimos en una cultura que nos obliga al cambio; donde inmediatamente aceptamos la mediocridad y al mismo tiempo buscamos encontrarnos en donde no existimos, donde valoramos lo que creemos es importante, dejando a un lado lo que de verdad interesa, sólo porque no suena, porque no es cotidiano y se convierte en pan del diario. Dentro de esta cultura existe la violencia reproducida en todo ambiente social; le llamamos violencia a la mujer, violencia a un “sexo débil”, un sexo reprimido por siglos y siglos de porquería.

La mujer, una musa, una fuente de inspiración, la grandeza humana inefable, indescriptible; también, desde los griegos, el último mal de Pandora. Sinceramente, en una escena a blanco y negro, la mujer resalta colores simbólicos que van desde su manera de estar presente en el mundo, sus modismos, su sexo biológico, su grandeza; seguimos sin entender el verdadero valor del existir, y repudiamos lo que es diferente a nosotros, porque vivimos en el patriarcado, más allá de la verdadera razón humana.

Desde antaño, el denominado sexo débil ha servido para la servidumbre, para estar quieta en un hogar y hacerse cargo de lo que el hombre “no debe” hacerse cargo, limitando su desarrollo psicológico e intelectual; desde aquellos tiempos que por tener vagina, no tenían voz ni voto. Eso cambió; ahora se les impide estudiar un nivel superior, tener un trabajo mejor, siendo sólo esclavas del coito social. La mujer, golpeada por argumentos sin pies ni cabeza; ultrajada por rebelarse, por sólo ser mujer; peor aún, cuando es golpeada verbalmente, donde el hombre ilocutivamente ordena, exige e impone lo que está perlocutado por una falacia; la emocionalidad sólo es apta para ellas. La forma de violentar monetariamente rescata al patriarcado capitalista, quien cree que una mujer es incapaz de llevar a cabo las finanzas tanto micro, como macro en una estructura social donde la cabecilla en  los negocios no usa falda, y que no se mencione el volante.

“…Sueños rotos en la ciudad frontera,

Me es difícil comprender, le es difícil a cualquiera,

Ni una muerta más,

Ni una muerta más en la ciudad frontera…”

La canción “Sueños rotos” de los raperos Bocal floja y Akilammar, manejan un argumento central de la violencia sexual inspirada en los casos de la Ciudad Juárez en la frontera con Estados Unidos, pero también hay una pizca de esta misma violencia hacia las etnias indígenas, los pobres y las olvidadas. Pero la violencia salió hacia cada rincón del país, actuando más fuerte en el Estado de México y Toluca. Tan triste abrir una red social tapizada de nihilismo y un sin fin de publicaciones de niñas desaparecidas.

Ya somos conscientes de todas las formas catalogadas de violencia hacia la mujer, pero ¿Qué hay de aquellas implícitas, vestidas de actitudes “normalizadas” dentro de una sociedad enferma? Una sociedad posmoderna, la mujer se ha vuelto un tópico sexual y canal para denigrar. El problema más radical es la aceptación de esta manera completa de bajeza que vende millones de copias de acciones machistas y misóginas. La música, ya sea regional, típica de México y, también ritmos latinos y extranjeros, alienan la lucha que lleva a que la mujer acepte estas formas de expresión malditamente mal empleadas.

Cuando el papel de la publicidad se hace presente con los estereotipos; cuando se designa un color de ropa al bebé próximo a nacer; cuando se hace uso de los atributos físicos para el desarrollo laboral; cuando se apoda con despectivos sobre nombres; cuando la mujer se debe hacer cargo de la casa, cuando no es apta para ciertos trabajos; cuando la mujer, por ser mujer, es completamente innecesaria para otra cosa diferente a la necesidad sexual, porque es pobre, porque es indígena o, porque es superficial. Cómo virus, el sistema límbico domina la sapiencia de todo aquel que tira a la basura algo tan intangible pero tan inverosímil como el amor. El ataque ya no define sexo, la misma mujer repudia a otras mujeres por alcanzar algo que ellas no pudieron. No generalizo, las excepciones están a la orden del día, pero el cambio total es el objetivo.

La mujer es grandeza; increíble, inefable, indescriptible; hermosa, mágica, sensible; delicada pero fuerte, fría, de carácter; sensual, tierna; es naturaleza, flores, pasto, petricor; es vida, misticismo, fiera, amiga; ella quien madura antes, quien siempre vela por verse bien en el peor momento… Mujer es aquella palabra que califica a la grandeza de toda humanidad… soy lo que soy y, soy gracias a una mujer.

La sociedad padece un cáncer, su alcoba perfecta es la cultura; como todo tumor maligno, va creciendo: Ya se alojó en la temporalidad de las generaciones, sin discriminación de razas, credos, religiones, sexos, economía y sociedad; llegó a los aparatos ideológicos, uno de ellos y muy importante, la familia: Recibimos una dosis cultural de cáncer misógino, sexista, machista, patriarcal; dotado de economía restringida, elevada de televisión, de música basura, trastes sucios, camisas arrugadas, juntas en la escuela, películas de guerra, colores aplicados a la orientación sexual, puestos laborales, servicio al cuarto, limpieza de hogares, puestos religiosos, puestos peligrosos. Estereotipos: no a la mujer que fuma, no a la mujer que bebe, no a la mujer con tatuajes, no a la mujer homosexual, no a la mujer artista, no a la mujer conductora, no a la mujer albañil, no a la mujer ingeniero, no a la mujer presidente.

La familia es el primer aparato que transmite una cultura, si desde este punto no se regula una serie de pensares, psicológicamente se duplicarán las mismas acciones. Como un bucle, de generación a generación. La lucha no está en tomar un fusil y creerse soldado, la lucha consiste en atacar los problemas sociales desde su raíz hegemónica, así se podrían cambiar las bases ideológicas dentro de los aparatos para que éstos a su vez reproduzcan una cultura digna, misma que logrará cambios políticos, económicos, sociales y culturales.

Tengo madre, tengo hermanas, tengo amigas; tengo valores, tengo principios y tengo lucha; Soy humano, soy persona; soy errores, soy virtudes; soy como me he forjado ser, soy lo que soy, soy gracias a una mujer.

“…Eres la mejor historia, no cabe duda

No se compara en lo absoluto el amor que te tengo al de otra musa

No hay excusa,

La mejor historia.

 

Necesito un pergamino, mínimo escribirte un libro

Me aferro a este camino como te aferraste a este niño,

Mínimo,

Escribirte un libro.

 

Me fui de casa pa’ poder encontrarme

Siempre vuelvo, tus charlas son las más interesantes

Me duele no poder ayudarte, me revuelve el despedirme

Me alegra verte fuerte, mujer indescriptible.

 

¿Superheroína? Es claro que no te conocen

Eres una diosa tallada en una rosa

Delicada como prosa, suave piel vainilla

Es claro, nadie te conoce.

 

A mí me dan las doce, no pienso en otro verso

Entonces en mi mente tu calor es lo primero

Ya casi comienzo, un inmenso lienzo donde sentimientos tuyos los comparo nivel universo,

Ya casi comienzo…”

 

Unos pequeños versos en conmemoración a mi bisabuelita, madre y hermanas; sin antes mencionar cada mujer, adolescente y niña que sufre la violencia de este mundo estúpido; así como aquellas almas femeninas que nos miran desde otro plano…  ¡Jamás se callen!

Said Yescas.

 

 

 

 

 

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