IMPULSO/Agencia SUN
Ciudad De México
De estilo refinado, complejo y hermético, Gustav Klimt es uno de los artistas más célebres y recordados.
Eran años en los que Viena estaba empezando su decadencia como capital artística mundial, pero Klimt brilló por su estilo entre el Simbolismo y el Art Nouveau.
Las mujeres eran musas, amantes y catalizadores del simbolismo de Klimt. Símbolos de la vida y de la muerte; amenazantes y seductoras al mismo tiempo, las conocidas como femmes fatales.
Sus obras, cargadas de sensualidad, tienen un estilo pictórico absolutamente ecléctico. Sus pinceladas finas invitan a perderte entre los colores, formas y curvas que rinden un homenaje al cuerpo femenino, a su belleza y desnudez.
A propósito de 156 aniversario de nacimiento del pintor austriaco, lo recordamos con algunas de sus obras más reconocidas.
“Judit I” también conocida como “Judit y Holofernes” es un ejemplo de la madurez artística del artista e inaugura su período dorado, en el que Klimt empieza a usar la abstracción simbólica como lenguaje y el oro como material.
Klimt pinta por primera vez a la figura bíblica, pero no como una heroína luchadora, sino más bien como mujer fatal simbolista que lleva a los hombres a la muerte a través de su atracción sexual.
En “Dánae” se ve la figura femenina típica de Klimt: pelirrojas, pálidas con mejillas rosadas, boca entreabierta y pose expresiva.
El mito de Dánae ya había sido tratado de forma brillante por autores como Tiziano, Tintoretto o Rembrandt, pero Klimt lo hace a su manera, como siempre hizo todo en su vida.
La muerte y la vida, un tema que siempre le interesó al pintor austriaco.
Tras un amplio espacio vacío, ahí está la vida, amontonada, caótica, siempre en movimiento, con niños protegidos por el abrazo de las madres, hombres a sus mujeres. “Vida y Muerte” es un remolino de células, tejidos y figuras con los ojos cerrados para no ver lo inevitable. Una anciana penitente en el medio de este conglomerado, parece comprender resignada que la muerte es un lento proceso, tan lento que dura toda una vida.
Una mirada seria, pero algo inquieta. Una cara sonrojada probablemente por todos los ojos que rodean su cuerpo envuelto en un vestido de oro y por todos los ojos que sabría la contemplarían durante siglos. Cuando alguien se pone delante de Retrato de “Adele Bloch-Bauer I” sabe que está ante una de las obras maestras de la pintura universal, primer cuadro del llamado “estilo dorado” de Gustav Klimt.
Gustav Klimt representa la pareja encerrada en la intimidad, mientras que el resto de la pintura se disuelve en un fondo brillante con un patrón extravagante. “El beso”, que es una de sus obras más conocidas, sigue los cánones del Simbolismo, es una tela con decoraciones y mosaicos sobre un fondo dorado.